ABC (Sevilla)

Gaseosa y rebujito

- ANTONIO BURGOS

Los experiment­os, con gaseosa,

no con rebujito de la Feria

IRA que el torero, creo que El Guerra, lo dejó dicho bien claro: «Lo que no pué sé, no pué sé, y además es imposible». Bueno, pues en la cordobesa tierra de Guerrita se empeñan en sacar procesione­s a la calle, sin costaleros, sin música, en pasos con ruedas, que es querer comulgar con ruedas de molino para hacerse la ilusión de que lo que no puede ser, puede ser. Las procesione­s son como son, con todos sus avíos, o se convierten en una caricatura, en un adefesio, en un recuerdo para friquis. Ya pasó el tiempo de los pasos con ruedas en el Corpus de Sevilla, gloriosame­nte resucitado, y que se mantiene como debe: sin salir hasta que las circunstan­cias lo permitan en toda su integridad, intensidad y devoción popular.

Pero el caso es que aquí no nos hemos andado a la zaga de la Córdoba procesiona­l con la Feria. Hay quien la ha confundido con aquellos antiguos cupos de abril, en que los carruajes con matrículas pares entraban ciertos días al Real y los de matrícula impar los contrarios. O la ha confundido con la antigua Feria de Muestras que ponían en torno al Casino de la Exposición cuando el festejo de abril estaba en El Prado. Sí, aquella Feria de Muestras de las

MFe de ratas bombas de agua para el campo siempre manando y de los gorros de flan chino El Mandarín, más unos filetones de churrasco que te ponían en el Pabellón de Argentina que temblaba el misterio.

Estos recalcitra­ntes de Feria que han salido rabiosamen­te aferrados «a un dulce recuerdo que no volverá», como dice el tango, ya que hemos hablado de Argentina, creo yo que han confundido el rebujito con la gaseosa. Los experiment­os, con gaseosa, no con rebujito de la Feria, que no es lo mismo que las Fallas de Valencia, que se pueden plantar en cualquier tiempo que les convenga a los animosos constructo­res de las que ellos llaman «monumentos», que era lo que aquí decíamos a las señoras imponentes, antes de que te pudieran tachar de machista por sólo pensarlo.

Menos mal que el alcalde ha estado donde tiene que estar, y ha mandado arriar los cuatro zancos por parejo del descabella­do proyecto de Feria desnatada y deshuesada y descremada y descafeina­da que se le ocurrió a alguien. La Feria o es Feria de verdad, con todos sus avíos, o es un invento desnatural­izado que no tiene nada que ver con lo que es tópico recordar que inventaron un vasco y un catalán. No se me caen los anillos por elogiar al alcalde por haber puesto pie en pared ante tan descabella­da idea. Es como querer sacar al Gran Poder en un paso con ruedas o pretender que los pasos de palio de las cofradías de barrio no lleven música, ni la grabada de los ensayos de los costaleros. El alcalde ha estado en su sitio al dejar a la Feria donde estaba y donde tiene que estar, sin cercarla, sin poner billetes de entradas, sin tasar la entrada de los socios a las casetas y otras ocurrencia­s, como las calles de una sola dirección, vamos, que lo único que faltaba era ponerle zona azul para los carruajes. Así que con mi felicitaci­ón al alcalde, mi enhorabuen­a a Sevilla por no perder sus esencias. Las cosas son como son y tienen que ser, o mejor que no sean.

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