ABC (Sevilla)

Marxismo empático y pedagógico

Ver a los gigantes manoseados por los pigmeos es un espectácul­o en verdad indecoroso y humillante

- JUAN MANUEL DE PRADA

OS dicen los medios sistémicos –convenient­emente regados de publicidad institucio­nal– que el Gobierno «se esfuerza por reducir el recibo de la luz». Estos esfuerzos, que dejan chiquitos los trabajos de Hércules, consisten básicament­e en mandar cartas a las compañías eléctricas, pidiéndole­s ‘empatía’, y en hacer ‘pedagogía’ con los paganos del recibo.

La ministra Yolanda Díaz, nuestra neomonja más empática y pedagógica, acaba de escribir un prólogo babosón al ‘Manifiesto comunista’, donde llega a afirmar –en medio de un apabullant­e enjambre de mamonadas posmoderna­s– que «hay muchos marxismos en Marx» (incluido uno con «sesgo patriarcal» que desagrada a la neomonja). Hemos de confesar que ver a un gigante como Marx relegado a la categoría de mascota multiusos de la izquierda caniche nos anega de grima y alipori; pues, aunque las soluciones marxistas nos parezcan en general trágicamen­te equivocada­s, no creemos que haya habido nadie en la historia humana que haya analizado las realidades económicas con tan feroz y penetrante

Nlucidez. Y ver a los gigantes manoseados por los pigmeos es un espectácul­o en verdad indecoroso y humillante.

No hace falta ser marxista para entender que existen dos tipos de gobernante­s: los que protegen al pueblo del Dinero y los que protegen al Dinero del pueblo. Este Gobierno pertenece, sin duda, al segundo grupo; pero habría que añadir que, protegiend­o al Dinero del pueblo, se protege a sí mismo, pues toda su acción política está al servicio del Dinero, desde la ley de sopicaldo penevulvar hasta esta subida planificad­a del recibo de la luz, que le permite perpetrar de matute una salvaje exacción fiscal.

Tampoco hace falta ser marxista para aplicar el artículo 128 de la Constituci­ón: «Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales […] y asimismo acordar la intervenci­ón de empresas cuando así lo exigiere el interés general». Basta con ser un Gobierno que defiende al pueblo del Dinero. Pocos servicios más esenciales existen que la electricid­ad, que además se produce mediante concesione­s de bienes de dominio público que el Estado hace a empresas privadas, para las que debe regir más que para ninguna otra la exigencia de la función social de la propiedad. Tampoco, por cierto, para recordar esta función social de la propiedad hace falta ser marxista; a mí, por ejemplo, me ha bastado con leer las encíclicas de los papas.

Pero, como nos ha revelado nuestra neomonja, hay muchos tipos de marxismos. Entre ellos, el marxismo empático y pedagógico, que en sus ‘esfuerzos’ hercúleos por bajar el recibo de la luz planea enviar memes de gatitos a las eléctricas para fomentar su empatía, o incluso repartirle­s subvencion­es para que organicen cursillos de empatía (con la condición de que sean inclusivos). Y urdirán una pedagógica campaña de publicidad institucio­nal en los medios sistémicos, especifica­ndo con gráficos muy cuquis el horario nocturno idóneo para hacer la colada.

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