La deriva social: divina y humana comedia
BORRALLO
¿Qué sociedad se está gestando mientras sonreímos recreándonos, incluso, en nuestras propias miserias?
ECÍA John Lennon que «la vida es lo que pasa mientras hacemos otros planes». Una vida que en ocasiones presenta la dualidad de moverse entre lo cómico y lo trágico, siendo ese carácter intrínseco a la evolución de los siglos. Brillantez y oscuridad, felicidad y desdicha, divinidad y mundanidad de una humanidad que jamás ha permanecido al margen de las corrientes renovadoras de la sociedad en la que ha estado incardinada a lo largo del tiempo. Una humanidad que ha sido siempre foco de permanente análisis y debate intelectual. La humanidad y sus situaciones, el ser humano y sus circunstancias en un momento y lugar concreto de la historia, dando pábulo al estudio de sus pautas de comportamientos desde prismas diversos.
El literato francés Honore de Balzac publicó un vasto estudio de la sociedad francesa del siglo XIX con el título ‘La Comedia Humana’, acentuando en los seis libros que la componen, aquellos comportamientos sociales de un sin fin de personajes que entrelazan costumbres y actitudes que fluctúan entre la comedia y el infausto fin de sus historias.
Entrecrucemos esa publicación con la conocida ‘Divina Comedia’ de Dante Alighieri, de cuya primera edición celebramos en 2021 su DCC aniversario. Un poema épico elevado a obra maestra de la Literatura Universal, que constituye un erudito viaje por el Infierno, Purgatorio y Paraíso, y de cuyo análisis formal se acuñó el término ‘dantesco’, que tantas veces utilizamos para referirnos a aquello que nos causa espanto e impresiona. Ese mundo medieval que Dante conoció y que bien pudiera extrapolarse a este siglo XXI, donde tantas cosas nos aterrorizan.
Una sociedad, la actual, que al igual que la obra del escritor florentino nos ofrece todo un imaginario recorrido por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Un infierno terrenal que vemos en la injusticia social y desigualdades, el aprovechamiento político, la cultura del ego, el materialismo acaparador, las guerras económico-comerciales encubiertas que nos azotan o la ausencia de líderes humanistas. Quizás el Purgatorio no sea más que esa conducta cómica e inmutable de una sociedad global que se lo toma todo a risa, negándose el derecho a buscar un mundo mejor. Ese Paraíso del Estado de Bienestar que asegure de verdad la libertad y el crecimiento humano, y no ese falso Paraíso burbuja que se ha creado donde la felicidad parece campar a sus a anchas en la transformación digital en la era de la comunicación y
Dla información. ¿Qué sociedad se está gestando mientras sonreímos recreándonos, incluso, en nuestras propias miserias? ¿Qué derechos se conculcan mientras vivimos cómicamente criticando a golpe de click? Tiempos recios donde se coartan libertades individuales e ideológicas. Movimientos reivindicativos del papel de la mujer en Occidente versus silencio sepulcral ante el ostracismo femenino en Próximo Oriente. Una ONU en tiempos eficaz y eficiente, hoy cruzada de brazos mientras los Derechos Humanos son pisoteados con carácter repetitivo. Se prepara el mundo para una nueva normalidad sin cambiar pautas de comportamientos que oscilan entre lo trágico y lo cómico. Tragedia que se acrecienta aún más con los desastrosos y complacientes resultados educativos en los que nos movemos. Resulta imposible construir una sociedad responsable sin la cultura del esfuerzo. La base de toda sociedad se haya en la educación, convertida hoy día en un arma arrojadiza para combatir ideas contrarias y cultivar las propias. El relegado papel de un profesorado sometido a la impostura de leyes cambiantes que postergan la importancia de invertir en el conocimiento necesario para espolear la profundización en el análisis y el espíritu crítico nos lleva, insondablemente, a la construcción de un futuro desesperanzador donde los jóvenes sienten cada vez más indiferencia por todo aquello que no les toca de cerca. Los grandes temas económicos, políticos y sociales pasarán a las antípodas del interés de la juventud, rendida más a los encantos de las redes sociales que a su propio porvenir profesional, en algunos casos justificado por el mal hacer de una empresa privada que favorece la fuga de talentos, lo que deja en evidencia que la cualificación profesional hoy día no es causa de éxito. Falta anteponer el bien común, tomar en serio la formación, favorecer las oportunidades del mercado laboral y cuidar tanto las profesiones liberales como el ejercicio del intelecto. Lo contrario seguirá siendo un optimismo tan cómico como trágico: sonreír al desaliento.