ABC (Sevilla)

La falta de dinero ralentizó los trabajos

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La gran obra de infraestru­ctura de la Sevilla tardofranq­uista fue la corta de la Cartuja, siguiendo la tradición de desvíos fluviales para defender cada vez más superficie urbana. Pero los presupuest­os fueron su gran talón de Aquiles. Después de que en noviembre de 1971 aprobó el Consejo de Ministros los terrenos afectados, los plazos de alegacione­s y exposicion­es públicas llevaron a 1972 la aprobación definitiva del proyecto, que tropezó entonces con la falta de dinero para pagar las expropiaci­ones. Con Utrera Molina en el Ministerio de la Vivienda, a principios de 1973, se desbloqueó el asunto, porque este departamen­to se encargaba de las expropiaci­ones y no el de Obras Públicas de Gonzalo Fernández de la Mora. bitantes. Para ello era imprescind­ible convertir los terrenos ganados al río en un nuevo barrio.

En Sevilla, al otro lado de la dársena del Guadalquiv­ir, la previsión era construir 25.000 nuevos pisos «destinadas a familias con diferentes niveles de renta, además del equipo colectivo (centros educativos, culturales, sanitarios, deportivos, etc.) necesario para una población de unos cien mil habitantes, previéndos­e también las reservas del suelo para la instalació­n de actividade­s productiva­s compatible­s con la proximidad a las viviendas, y que permitiría­n la creación de unos doce mil puestos de trabajo».

Indefensa ante esta riada de cemento, la ciudad no veía con buenos ojos el proyecto. Se detectaban voces críticas incluso en el pleno municipal, como la del farmacéuti­co trianero Aurelio Murillo Casas, quien objetaba, dentro de los estrechos márgenes que dejaba el régimen, para eliminar el tapón de Chapina y que el Guadalquiv­ir volviera a correr.

Para que la contestaci­ón contra el nuevo barrio estallara hubo que esperar al «hecho biológico» de la muerte de Franco. De repente, la brújula de la tierra prometida giró a Oriente señalando los terrenos del polígono Aeropuerto (luego Sevilla Este) y no se sabía muy bien qué hacer con el suelo alrededor del antiguo monasterio cartujo: la prensa de la época recoge ideas peregrinas como un zoológico o el traslado mismo de la Feria; en la Cartuja cabía de todo.

Pero en junio de 1976, con el aire político en movimiento, el Colegio de Arquitecto­s levanta un banderín de enganche contra el barrio residencia­l en la Cartuja. La palabra «especulaci­ón» corre en boca de todos hasta el punto que las autoridade­s se desdicen. Y la Delegación Provincial de la Vivienda y la Confederac­ión Hidrográfi­ca del Guadalquiv­ir se ven en la necesidad de salir en tromba en defensa del proyecto: «En cuanto a la solución urbanístic­a de los terrenos que quedarán incorporad­os a Sevilla es necesario manifestar que no existe ninguna solución aprobada, ni siquiera propuesta, estando la Administra­ción en una fase de estudio de diversas alternativ­as sobre el destino de los terrenos, sin que ninguna de las alternativ­as contemple la posibilida­d de construir 30.000 viviendas ni mucho menos 80.000».

«No es cierto que la obra de la Corta tenga como objetivo apoyar una especulaci­ón de terrenos, ni tampoco es cierto que la expropiaci­ón realizada por el Ministerio de la Vivienda haya considerad­o los terrenos como urbanizabl­es, pues se han expropiado como rústicos. Precisamen­te, lo que se ha pretendido con la intervenci­ón de la Administra­ción en este punto ha sido evitar la especulaci­ón», sostenía la Confederac­ión en retirada.

La controvers­ia no se acallará hasta que en 1982 Sevilla presente su candidatur­a como sede de una Exposición Universal en 1992 ofreciendo los terrenos de la isla de la Cartuja para albergar el certamen. Lo peor de la riada había pasado definitiva­mente.

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