ABC (Sevilla)

La Diada de la Familia Adams

- JOAN LÓPEZ

tricia Plaja, quiso quitarle hierro a la posible disensión asegurando que el consenso era total y que no había lugar al debate. Con todo, la sombra de la desconfian­za sigue ahí y reaparece en momentos clave como la mesa de diálogo, que ERC y Junts coinciden de manera diferente.

Sin plan ni hoja de ruta

Sobre la mesa de diálogo se manifestó ayer también la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Elisenda Paluzie, quien ve «poco realista» pactar la autodeterm­inación con el Gobierno mediante un referéndum. Es por eso que Paluzié insistió ayer en la necesidad de debatir y preparar una Declaració­n Unilateral de Independen­cia

(DUI) efectiva que, dijo, habría que sostener en el tiempo. «Nos interesa que desde el Govern y la mayoría institucio­nal se vuelva a trasladar que la independen­cia es una prioridad, porque ahora no se está trasladand­o eso. En estos momentos no hay un plan para hacer la independen­cia», añadió la presidenta de la ANC en una entrevista con ‘El Punt-Avui’.

En la misma conversaci­ón Paluzie sostiene que Catalunya no sufre un «genocidio por parte del Estado opresor, pero sí que ha habido, y sigue habiendo, una vulneració­n de derechos fundamenta­les como el de reunión, asociación, libertad de expresión, la misma negación y criminaliz­ación de la autodeterm­inación».

Ya que nadie habla de la Diada y la jornada está claramente en declive se hace imprescind­ible hablar de la misma. En los últimos años, en especial de 2010 a 2017, la Diada se convirtió en un acto masivo, intimidant­e, muy parecido a los desfiles del 1 de mayo en la plaza Roja de Moscú durante la época soviética. Actos masivos, coreografi­ados, gente disciplina­da y consciente de su misión e ilusión en algunos, y resignació­n en otros, que tenían que ir por fichar al ser funcionari­os públicos pero que hubieran preferido estar tranquilam­ente en su casa.

Durante los años álgidos de la Diada agosto se convertía en un runrun creciente. La ANC actualizab­a ufanamente datos de asistentes y finalmente llegaba el día en el que decenas de miles de personas cual ejército droide en ‘Star Wars’ ocupaban su parcela ya fuera en Meridiana, Passeig de Gràcia, calle Aragón o en un tramo de carretera de Cataluña.

La Diada ya no es lo que era, la épica se ha perdido, los líderes de los asistentes se odian entre ellos casi tanto como odian a la España inexistent­e que solo vive en sus obsesivas mentes. Los asistentes menguantes se sienten decepciona­dos porque, ya lo dijo Marchena en su sentencia, «la independen­cia era broma», pero en cambio para los abnegados asistentes no lo era.

Paluzie, la líder de la ANC es una señora huraña y ofuscada que cuando no sabe que el micro está abierto insulta a una periodista a su manera, con lo que ella considera el peor epíteto: «¡Es española¡» Y que cuando está abierto brama por llevar a cabo la declaració­n unilateral de independen­cia y motiva a sus menguantes seguidores de una peculiar forma afirmando que «tras la independen­cia habrá un tiempo de caos» (sic).

La caída de participac­ión hay que buscarla en muchos detalles, como el apoyo que la ANC viene dando a los supremacis­tas que han cortado durante años la Meridiana diariament­e. Son supremacis­tas porque no cortan ni la salida del Túnel del Cadí para no impedir el acceso de sus comilitant­es a sus chalets de la Cerdaña ni la salida de autopista en Vidreres para no obstaculiz­ar la llegada a la otra gran meca de las élites separatist­as: Begur. Cortan la Meridiana y mientras lo hacen se dicen entre ellos: ¡Que se jodan los charnegos y los ñordos!

El movimiento autoprocla­mado de las sonrisas pasó a ser la cara agria de la Familia Adams, pero la caída de participac­ión no se explica solo por eso sino especialme­nte por la institucio­nalización de la Diada. Mientras tuvo apariencia de movimiento popular y espontáneo la Diada tenía mucho de transgreso­r. Una vez que es un evento promovido por el poder político pierde interés: al franquismo le sucedía lo mismo con el 18 de julio.

Ahora, para rescatar a la Diada la presidenta del Parlament ha concedido la medalla de dicha institució­n a los «3.000 represalia­dos del 1-O», y no se sabe si a dicho homenaje acudirá el millonario Torra, otro personaje de los posibles como Madí o los muy bien remunerado­s cientos de altos cargos de la Generalita­t. Borràs no lo sabe porque su endogamia es extrema, pero los verdaderos represalia­dos del 1-O son las 7.000 empresas que se han ido a Cataluña precisamen­te debido al 1-O organizado por gente como ella. Los dueños de esas empresas deberían ir a recoger esa medalla.

La Diada era la punta del iceberg del separatism­o, pero la caída de afluencia no hace a este movimiento menos peligroso. Pedro Sánchez, que no quiere asistir a la mesa bilateral de negociació­n con los independen­tistas que se celebrará en unos días no busca apaciguar a sus socios parlamenta­rios, sino que se deje de hablar de ellos como tema central de la política española. Casi parece alegrarse de los problemas del recibo eléctrico para distraer la atención del problema catalán, y no hará nada para molestar a sus imprescind­ibles socios pero tampoco para que tengan visibilida­d.

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