ABC (Sevilla)

Revolución en los interiores

- HUGHES

La línea entre el estilo y el capricho es muy delgada

España salió con un nuevo aire en los interiores. Carlos Soler volvió a aprovechar su titularida­d abriendo de inmediato un corredor mediterrán­eo con Gayà, como ya hizo en Suecia con Ferran; y en el interior derecho, Llorente dio la razón a quienes pedían para él esa posición. Vimos al Llorente colchonero, al esprinter terco, un interior desbocado con velocidad de extremo y ética de lateral, un jugador tan disciplina­do que a veces parece de futbolín, un percutor rígido. Uno y otro, en ambos partidos, se entendiero­n muy bien con Ferran, quien mejor encarna esa voluntad incisiva que a veces quiere asomar (y asoma) en España.

Llorente y Soler fueron dos turbinas, dos motores de un fútbol de menor tramitació­n. Dos flechas interiores. Uno marcó, otro asistió dos veces, y ambos dieron una impresión de jugadores incontenib­les, de llegadores que invaden el área y ayudan a la tarea crítica del gol.

Sin Pedri, y ya sin Fabian o Thiago, España encuentra así una alternativ­a: un fútbol muy directo, muy rápido, de verticalid­ad absoluta y esplendor físico, que deberá complement­arse con la tradición (ya es una tradición) del toque y el estilo.

Ahí surge algo crítico: un debate que no se tiene y se disfraza de nominalism­os. La preferenci­a de Luis Enrique por algunos jugadores tiene esa razón de fondo: Eric, Busquets, Pedri… tira de jugadores culés, con pasado en La Masia o ‘guardioliz­ados’ en el City. Es una querencia ‘ideológica’, voluntad de estilo. Pero en ocasiones, la línea entre el estilo y el capricho parece muy delgada. Contra Georgia, Luis Enrique hizo debutar como nueve nacional, nada menos, a Abel Ruiz, jugador del Sporting de Braga con pasado en el Barça B. Se movió bien hacia la evanescenc­ia del falso ‘9’

Estas decisiones pueden ser un problema para Luis Enrique. Otro riesgo es la ‘clementiza­ción’. Hay prensa no afecta (y bien está) pero no es para tanto. Por ejemplo, no se está criticando como se podría la gestión casi negligente del partido contra Suecia, tan importante como la Eurocopa o la Olimpiada.

Luis Enrique se mueve en la tensión entre el toque y el frenesí; Carlos Soler y Llorente lo garantizan y permiten vislumbrar otra España.

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