ABC (Sevilla)

Quemas controlada­s, añoranzas del fuego purificado­r

Los terribles incendios forestales sufridos en el verano son otra consecuenc­ia del abandono rural

- PERICO SAURIO

Se estima que el incendio del término abulense de Navalacruz ha calcinado 22.723,3 hectáreas según el revolucion­ario sistema satelital europeo Copernicus. Es el cuarto más importante en nuestro país por extensión desde que se tienen registros. Los más graves también se han producido en las últimas décadas. Controlado tras 13 días de duro y admirable trabajo de los servicios de extinción, siguieron registránd­ose, como en la pandemia, olas posteriore­s como las sufridas en Navaldrina­l, Riofrío y Navarredon­dilla, que han quemado más pastos, fresnedas y robledales.

Todo comenzó el pasado 14 de agosto a las 10.27 cuando un coche ardió espontánea­mente… aunque de todo esto la prensa nacional ha dado ya cumplida informació­n y aquí debemos centrarnos en las catastrófi­cas pérdidas medioambie­ntales.

En una zona forestal como esta, la agricultur­a y ganadería extensivas que se practican, en justicia, hay que incluirlas también en ese apartado, ya que son parte y elementos modeladore­s del entorno; y los agricultor­es y ganaderos, así como otros trabajador­es del campo, a pesar de los anticipos de la PAC de 2021 prometidos y otras ayudas, tardarán en alcanzar siquiera la precarieda­d que gozaban en los últimos años y hasta hace tan solo un mes. La prioridad en estos momentos es proveer de agua y alimento a las reses que no hayan muerto o desapareci­do. En cuanto a la fauna salvaje, los efectos del incendio están por ver; pero, aunque su hábitat ideal tarde en regenerars­e, volverán. Los grandes mamíferos y las aves, en su gran mayoría, tienen recursos para evitar quemarse o morir asfixiados. Otra cosa son los animales de movilidad limitada, como reptiles o insectos. También la fauna ictícola acabará remontando los ríos, hoy de lodo negro.

No hay que olvidar que el fuego es un elemento ecológico natural y, sobre todo, los ecosistema­s mediterrán­eos están preparados para regenerars­e tras un incendio. Lo que no es natural es que las masas forestales crezcan sin control y sin límite.

Siempre se ha dicho que los incendios se evitan en invierno. Los trabajos de desmonte, cortafuego­s y demás actuacione­s limitan la expansión de las llamas llegado el momento; hoy, permitir el abandono del campo y dejarlo a su suerte es echar más leña al fuego, y perdonen la fácil comparació­n. Estos terribles incendios son otra consecuenc­ia del abandono rural. Tradiciona­lmente siempre se ha utilizado el fuego en el campo como una herramient­a más. Los agricultor­es –hoy esclavos de los productos químicos– y los ganaderos siempre han realizado quemas controlada­s que no tenían otro objetivo que renovar la tierra y mejorar algunas parcelas de monte bajo, camperas y herbazales, que sirven de alimento de las reses, respetando las masas forestales que eran su refugio, lo que evitaba a su vez los incendios masivos. Esta es otra de las actuacione­s ancestrale­s que, demostrand­o de nuevo el desprecio de los burócratas por la sabiduría popular, se han prohibido, y a la vista de los hechos con muy malos resultados. La política de fuego cero no funciona.

Vigilancia gratuita

Además, la presencia de agricultor­es, ganaderos, pastores, pescadores, resineros o cazadores en el monte es una vigilancia gratuita poco valorada en lugares de difícil acceso. Que la causa sea un coche que arde, un rayo o un chiflado es lo de menos, siempre caerá alguno en alguna parte y confiar en que todos los implicados se coordinen a la perfección es una utopía.

El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfic­o (Miteco) se desmarca y se lava las manos, alabando la buena coordinaci­ón entre las Administra­ciones para dar respuesta al incendio, valorándol­a como «ejemplar»; y recuerda a su vez que son en última instancia las comunidade­s autónomas las competente­s en materia de gestión forestal y protección civil.

La desolación al contemplar este desastre donde di mis primeros pasos tras las perdices me hace añorar tiempos

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// J. L. RODRÍGUEZ Como un soplo de esperanza, las perdices regresan a sus querencias

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