La Mancha ‘Seca’
La iniciativa privada va por delante de la pública en la conservación de los espacios naturales
En los ambientes naturalistas y cazadores se conocía como La Mancha Húmeda a ese conjunto de espacios inundables, lagunas y praderas que salpicaban esta región biogeográfica en toda su amplitud. A veces eran simples depresiones endorreicas rellenadas por el agua de lluvia que caía sobre el vaso, otras eran lagunas nutridas por las aguas de los ríos locales, como el Cigüela o el Riansares.
Hasta la mitad del siglo pasado, estos espacios naturales se conservaron razonablemente bien y en ellos se cazaba y pescaba y además servían como abrevaderos, descansaderos y comederos para el ganado y la fauna silvestre. Sin embargo, a partir de ahí, y gracias a los despropósitos de la gestión pública, muchos de ellos, o bien han desaparecido o bien se encuentran secos. La declaración de algún nivel oficial de protección sobre el papel para algunos de ellos, las desviaciones y drenajes de los cauces que los abastecían, la extracción de agua del subsuelo para riegos y suministros urbanos y las roturaciones y transformaciones de sus cuencas han destruido el sistema hídrico natural y han acabado con ellos. Algunos están desaparecidos para siempre, como la laguna de Arroyo Morón, una de las más grandes. Otros, como las Tablas de Daimiel, Parque Nacional, permanecen secos desde hace años y la gran mayoría se reduce simplemente a la antigua cuenca cubierta de una lámina de sales, como una mancha blanca y fantasmagórica en el paisaje. En algunos, los administradores públicos plantaron carteles y trazaron recorridos que hoy se muestran abandonados y llenando de basura el entorno, como signo infalible del desinterés y la falta de constancia tan característicos de los funcionarios.
Una reciente visita a esta región nos ha mostrado que allí ha ocurrido lo mismo que en la gran marisma andaluza, donde los responsables medioambientales no cumplen con las normas establecidas ni las hacen cumplir a ciertos administrados, de forma que hoy día, cualquier propiedad privada de la periferia del espacio protegido y gestionada de forma tradicional por sus propietarios, luce mucha más biodiversidad que el propio Parque Nacional.
En medio de toda esta Mancha ‘Seca’, brilla con luz propia alguna laguna que sigue en manos privadas y cuya gestión está enfocada al aprovechamiento de los recursos naturales renovables, como la caza o el ocio naturalista. Sus propietarios supieron defender en su momento sus derechos sobre el agua y gracias a ello, aunque a duras penas, mantienen la finca como lo que siempre fue, un reservorio de naturaleza salvaje, donde medran miles de aves acuáticas, desde rascones hasta grullas, desde pájaros moscones hasta flamencos, pasando por toda la lista de patos, garzas, zampullines, limícolas y láridas, soporte trófico de una abundante y diversa comunidad de rapaces. Y en sus orillas, las aves esteparias, tan escasas hoy en nuestro suelo patrio: carracas, gangas, sisones, avutardas…
Esta situación demuestra una vez más que la iniciativa privada va muy por delante de la pública en lo que se refiere a la conservación de los espacios y las especies naturales en nuestro país.