El olvido que seremos
España, ay, desmemoriada en lo que quieren
TENGO escrito que ETA mataba siempre en días laborables. Cuando el modesto empresario, el guardia civil o ese niño que pasaba por allí o se despertaba en la casa cuartel iban del corazón a sus asuntos, al duro bregar de Unamuno. Entonces se paraba el tiempo en un fundido a negro, había como un silencio en la ciudad, y después el llanto. Y la operación jaula. Y las caras compungidas y el mal, en abierto, con ‘las nueces’ bien batidas y agitadas y las palabras vacías de ya saben quiénes: esos que ahora van de tecnócratas con Sabino Arana tatuado en el mismísimo entrecejo.
Este periódico recordó ayer la cifra: 377 víctimas de ETA que están sin resolver y que pasarán al olvido que seremos. Porque esa memoria no es histórica para La Moncloa; porque un homenaje de Estado a 377 mártires no vende lo mismo que volar a Franco por la vertical de Cuelgamuros y, en el fondo, aquí la temperatura moral es la que diga Otegi, ‘hombre de Estado’.
377 vidas segadas y en el ostracismo. Familias mutiladas con el muerto retratado en el aparador, mirando sin mirar que el tiempo pasa, que sus hijos se gradúan y tienen nietos: que en Nochebuena se habla de «ese día» y que la viuda llora en seco, musita un «lo contento que estaría tu padre», y se brinda de forma silente hasta que alguien fuma, dice «bueno», y en esos hogares arrasados por ETA el dolor se hace más soportable a base de convivir con una herida que es el frío de una vida. Pero aquí lo que interesa es abrir cunetas y que lo reciente, el tiro en la nuca, se olvide sin mucho ruido.
El niño que fui yo amanecía con el sirimiri en el televisor, se le cortaba el desayuno, y aprendió qué era un ‘zutabe’, antes que álgebra.
Los libros ya no traen una fotografía del atentado de Hipercor, sino quizá un relato de equidistancia que se hace insoportable. Han reescrito la Historia y mi generación es ya la última que se estremece recordando un crío con gafas que lloraba a su padre en las tumbas de Polloe. Porque España es así, desmemoriada en lo que quiere: de ahí quienes hoy nos mandan y pastorean.