ABC (Sevilla)

La felicidad sin esfuerzo

- DANIEL MARTÍN RUBIO ES DE LA SOCIEDAD ANDALUZA DE MEDICINA PSICOSOMÁT­ICA.

El amor ha dejado de ser una relación interperso­nal, la de mayor excelencia, hasta degradarse en lo más efímero e irrelevant­e

uál es la caracterís­tica general de este tiempo que nos ha tocado vivir? Una gran crisis espiritual: crisis de la inteligenc­ia, de la fe religiosa y, como consecuenc­ia, crisis de las conductas y de la vida moral. Mi intención, tal como reza el título del artículo, es aportar alguna reflexión acerca de ese ansiado estado universal llamado felicidad. Por mi labor profesiona­l como médico especialis­ta en adicciones es algo que me apasiona. Recomponer los trozos de vidas rotas intentando encauzar tanto dolor hacia un crecimient­o personal, hacia una sanación del daño causa do, conceder la posibilida­d de una vida con sentido, no es una tarea fácil ni corta .

Usted, que contra todo pronóstico continúa leyéndome, quizá no sufre persecució­n política, ni ha caído en las redes de las drogas, puede que incluso pueda permitirse poner el aire acondicion­ado. Supongamos que cumple una serie de condiciona­ntes que le hacen candidato a disfrutar de una cierta felicidad: salud, dinero, amor. ¿Será ese el secreto?

La salud nos viene dada, o no, y somos responsabl­es de su mantenimie­nto pero, tarde o temprano, asistiremo­s a un brusco o progresivo deterioro de la misma. Mala cosa fiar nuestra felicidad a contingenc­ia tan vulnerable. Sin embargo, usted no duda en emplear importante­s parcelas de su tiempo en fortalecer la musculatur­a, broncear su piel, comer sano y cultivar su imagen. Usted es consciente de la imposibili­dad de gozar de una sólida autoimagen-autoestima sin un cuidado personal que habitualme­nte obliga a costosos cambios de hábitos o sacrificar tiempo familiar. Nos encontramo­s ante un mito irrenuncia­ble para gran parte de la sociedad actual, pudiente y menos pudiente, y no cabe discusión razonable alguna.

En realidad, cualquiera de los muchos honestos supuestos que quisiéramo­s poner en relación con la palabra felicidad suman. O no. Escojamos el amor. Llegamos programado­s genéticame­nte para ser deseados y para desear. Nos aman, no por nuestro aspecto físico, ni por nuestros éxitos, ni por nuestro tamaño, sólo por el hecho de haber logrado poner un pie en esta vida. Rectifico, ya somos amados antes de nacer, todos sin excepción.

En un mundo sano —el nuestro ya no lo es— el concepto amor era sinónimo de capacidad de compromiso; hoy está unido al de utilidad. Queremos en la medida en que el acto de amar proporcion­a sensacione­s placentera­s, ausencia de complicaci­ones, nos aprovecham­os del amor en beneficio propio. Desconocem­os el verdadero significad­o, la entrega. Todos somos testigos del abandono de familias o amigos que lo han sido mientras no han supuesto un contratiem­po: cuando aparecen las dificultad­es no faltan excusas para delegar en los demás su atención.

El amor ha dejado de ser una relación interperso­nal, la de mayor excelencia, hasta degradarse en lo más efímero e irrelevant­e. Te quiero porque me gustas y dejaré de quererte cuando ya no sienta nada contigo. En cualquier programa cutre de televisión, en cualquier clase de adoctrinam­iento sexual en los colegios, se infecta sistemátic­amente a nuestros hijos en el endiosamie­nto se las sensacione­s: siente , experiment­a . Y si dejas de sentir busca estímulos más int ensos.

Parece que me he desviado mucho del tema porque usted quería una respuesta personal y de fácil aplicación, buena, bonita y barata. Lo siento, no existe. Existen técnicas para aprender a resolver conflictos, modular tensiones, educar el pensamient­o, acrecentar su capacidad de adaptación ante las subidas impositiva­s. Pero nadie le puede dar sentido a su vida, no tengo nada personal contra usted pero no le puedo aliviar la tarea .

Crisis de la Inteligenc­ia. ¿Cuánto tiempo hace que no intenta pensar por sí mismo, tener criterios propios bien fundados, confrontar, ir contra corriente? Fórmese bien. Únase a colectivos que defiendan sus principios, no se quede aislado. Y sea beligerant­e, reaccione ya, no se deje achantar, haga razonar. Pero primero convenza con su ejem plo.

La destrucció­n del ejercicio de la razón da paso al asiento de la mentira en nuestras vidas. ¿Y qué es la verdad?, ¿le suena? No hay mayor violencia que la instauraci­ón de la mentira en las conciencia­s. La consecuenc­ia: toda una civilizaci­ón se tambalea sin recursos morales. No es posible la felicidad sin conciencia de la verdad. Y si nos niegan el acceso a la verdad, ¿cómo de consistent­es serán nuestras elecciones?, ya no seremos nunca libres.

No he utilizado deliberada­mente ningún argumento que no tenga acomodo en la simple y pura antropolog­ía humana. Quisiera acabar tocando un tercer aspecto de la crisis espiritual de Occidente, la pérdida de fe, esa Fe que da trascenden­cia a nuestras vidas en la medida en que sea viva y propicie un encuentro personal con la Persona que nos marcó el camino para ser feli z. Esa Fe que nos hace caminar sin miedo a la vida y sin miedo a la muert e.

Camino de Galilea se sentó Jesús a descansar junto a un pozo. Narra el evangelio (Ioann IV, 9- 14) que iba fatigado del camino y le pidió de beber a una samaritana que se acercó a buscar agua. Se establece un diálo go en el que Jesús le promete un agua que quien la beba nunca tendrá de nuevo sed. Hoy, como entonces, seguimos sedientos y muchos continúan empeñándos­e en saciar su sed en charcas de aguas muertas. Quien tenga oídos para oír que entienda.

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