El arte de entrar y salir de la pantalla
Jean Paul Belmondo pertenece a esa lista (larga) de actores que tienen que esperar a su muerte para que hablen bien de ellos y de su importancia dentro del séptimo arte. De hecho, no fue hasta que dejó la interpretación cuando le empezaron a llover premios, esos galardones honoríficos que le otorgaron en Cannes o Venecia, o el homenaje a toda una carrera (finalizada) de la Academia del cine francés. En fin, y no siendo un habitual de los infinitos premios de interpretación que se otorgan por el mundo, se permitió el lujo de rechazar uno, nada menos que un Cesar por su papel en ‘El imperio del león’.
Aunque su carrera como actor fue larga y jugosa, y está en algunos títulos cruciales de la historia del cine, él se las apañó muy bien para ser más importante fuera de la pantalla que dentro. Sus mejores títulos los conoce todo el mundo, ‘Al final de la escapada’, con Godard; ‘Dos mujeres’, con De Sica; ‘El confidente’, con Melville; ‘Pierrot el loco’, otra vez con Godard; ‘León Morin, sacerdote’, otra vez con Melville, o ‘¿Arde París?’, con René Clement, pero son los otros títulos menos buenos, decenas y decenas de ellos, los que forjaron su personalidad como actor simpático, de físico explosivo y para aventuras pasadas de rosca que ya hasta en el mismo título lo llevaban dentro, como ‘Rufianes y tramposos’, ‘El animal’ o ‘El rey del timo’, por no mencionar la extravagante película de Philippe de Broca ‘Las tribulaciones de un chino en China’. Energía, encanto, vitalidad, parranda…, con ello entraba y salía de la pantalla.
Precisamente por su físico, Belmondo venía a ser la contraportada en el cine de Alain Delon, su gran amigo y compañero de aficiones y fatigas mosqueteras… El uno de rostro trazado con pincelada fina y el otro con un genial brochazo, con narizota berenjenera y con llantas de Ferrari en lugar de labios: uno es un Da Vinci y el otro un Picasso, algo que explotaron con enorme éxito no solo fuera de la pantalla, sino también dentro, en ‘Borsalino’, donde se hacían un Newman-Redford juguetón. Más o menos resultón, lo cierto es que al lado de Belmondo quedaban maravillosamente las actrices más hermosas de su época, Lollobrigida, Anna Karina, Jean Seberg, Ursula Andress, Catherine Deneuve, Claudia Cardinale, Raquel Welch…
Se ha muerto un actor importante, pero sobre todo un tipo diferente, muy especial dentro de la jactanciosa vida cultural francesa, alguien que supo estar en todo tipo de cine, del pretencioso al popular, sin que por ello le asaltara la tentación de darse trascendental importancia… Era, o parecía ser, eso tan difícil de lograr: un chulo sin molestar.