«USAMOS LA LENGUA PARA TODO. CASI EN CUALQUIER CONFLICTO UN LINGÜISTA PUEDE ACTUAR DESDE UN PUNTO DE VISTA CIENTÍFICO»
ciales y judiciales. Así que en 2013, estos docentes, tras unos cuantos trabajos ocasionales, decidieron fundar Agilice Digital, una empresa de la Universidad de Valladolid dedicada a resolver, en principio, conflictos de plagio, pero que ha terminado aceptando encargos muy diversos: desde situaciones de acoso digital hasta suplantaciones de identidad, pasando por la detección de ambigüedades en contratos que confunden al personal o la elaboración de retratos robot a partir de los textos de un desconocido. «Al final usamos la lengua prácticamente para todo. En cualquier conflicto en el que interviene el lenguaje, un lingüista puede actuar desde un punto de vista científico», asevera Ruiz Urbón.
Ahí va un caso. Una pareja solicita sus servicios porque están recibiendo mensajes anónimos con información delicada sobre ellos. Datos concretos, muy difíciles de saber, muy íntimos. Tienen sus sospechas, así que les entregan los correos electrónicos en cuestión y varios textos de sus sospechosos. Ruiz Urbón y
Blasco hacen sus cálculos, comparan y les dan un nombre: la exmujer del novio, que acaba confesando y pidiendo disculpas.
Y otro más. Un denunciado por pegar a un guardia civil afirma que la declaración de los dos testigos había sido manipulada por el agente de turno, así que acude a ellos. «Ahí lo que se veía es que dos testigos distintos habían declarado prácticamente
Actúan en casos de todo tipo
lo mismo, con puntos y comas. Eso es absolutamente imposible», recuerda Ruiz Urbón, al borde de la risa. «Nunca dos personas distintas reproducen más de cinco palabras seguidas exactamente iguales, salvo que sea un refrán, el nombre de una entidad o una expresión común. A eso lo llamamos ‘verbatim’», explica Blasco.
Múltiples variables
En sus trabajos pueden llegar a manejar hasta setenta y dos variables por texto, aunque hay estudiosos que dicen que esta cifra puede elevarse hasta las mil variables: ventajas de leer con ordenador. «En realidad las variables son las mismas de siempre, lo que ocurre es que claro, ponte a medir a mano, sin ayuda de un texto digitalizado, el número de artículos o el de adverbios de una determinada categoría. Sería imposible saber cuál es el porcentaje de veces que aparece una palabra en una novela, por ejemplo. O cuál es el verbo más frecuente en la narrativa de Delibes: es abrir, yo lo sé porque lo he cuantificado», comenta Blasco. «Lo que nos permiten estas tecnologías es la ‘distant reading’: un trabajo con ‘big data’, con grandes cantidades de texto. Tradicionalmente estábamos condenados a la ‘close reading’, detenida en un texto. Eso nos permitía ver el árbol, pero no el bosque», apostilla.
A pesar de este nivel de detalle, precisan ambos, las afirmaciones tajantes no son la norma en su profesión. «Nosotros nunca decimos sí o no. Nosotros trabajamos con escalas de probabilidad verbal», sentencian.
Ahí va otro suceso: un padre acude a ellos para demostrar que los correos que recibía de su hija adolescente, que se había marchado de casa, no eran de ella. Tras comparar los correos sospechosos con otros de los que no había dudas confirmaron que el progenitor estaba en lo cierto. ¿Es imposible engañar al sistema, fingir ser otro? «No. Si eres hábil puedes usar expresiones de otro, sus frases, pero hay muchas otras cosas que se te escapan. O muchas veces te preocupas de imitar al otro y no de quitar lo tuyo. O usas sus palabras pero en distintas posiciones, en distintos contextos», responde Ruiz Urbón.
En ese caso, además, hicieron un perfil lingüístico del suplantador de la hija, que mandaron a la Interpol para ayudar a atraparlo. Estos perfiles los elaboran gra