Colas para entrar en la Giralda, el turismo apuntala su recuperación en Sevilla
Hoteles y monumentos ven crecer la ocupación y consiguen ya buenos niveles de reservas para este otoño
Más allá de la Biblioteca Colombina llegaba ayer la cola para subir a la Giralda. No eran ni las doce de la mañana cuando los turistas se concentraban en la calle Alemanes continuando con la visita que concluye, irremediablemente, en uno de los bares de Mateos Gago, donde cada vez es más difícil encontrar una mesa libre. Hasta el kiosco de prensa que se encuentra a mitad de la calle, el único negocio que permaneció abierto junto con la farmacia durante los meses de confinamiento y los que duró la obra, ha recuperado las ventas de la botellita de agua y las postales.
Los viajeros han tomado de nuevo el triángulo monumental de la ciudad, primer termómetro del sector turístico que recupera estampas del pasado.
Ni siquiera ha hecho falta que llegara el otoño, que se la segunda temporada alta de la ciudad, para apuntalar esa reactivación. Los datos de julio ya fueron magníficos, nada menos que 144.000 visitantes alojados en los hoteles de Sevilla, y los de agosto superarán esa cifra, como coinciden fuentes del sector, a pesar de la intensidad de la quinta ola de la pandemia y las recomendaciones de varios países de no viajar a España.
Las previsiones para el otoño son, cuanto menos, esperanzadoras con buenos niveles de reservas. El bloqueo de habitaciones para la temporada que se avecina se comenzó a hacer la pasada primavera, coincidiendo con la celebración de los partidos de la Eurocopa que marcó el inicio de esa recuperación. Algunos de los huéspedes que recibirán los establecimientos son los mismos que ya vinieron para los encuentros deportivos, principalmente turistas nacionales, aunque también empiezan a crecer los extranjeros. Otros eligen la ciudad por la popularidad que ha adquirido en los últimos años gracias a la promoción.
Sólo en julio, que es el último mes del que se han publicado datos oficiales, viajaron a Sevilla un total de 49.682 turistas internacionales. De ellos, 10.184 procedían de Francia, que es el principal mercado emisor. El país vecino ocupa ese primer puesto desde hace décadas y ha sido el más fiel al destino desde que se abrieron las fronteras.
El francés es la lengua que más se oye en las zonas de concentración turística, aunque también vuelve a ser habitual el inglés y no por los viajeros británicos, que siguen llegando a cuentagotas por las duras restricciones que ha mantenido hasta hace pocas semanas su gobierno, sino por los estadounidenses, que a pesar de la crisis sanitaria, no han dejado de llegar a Sevilla. Más de 5.000 lo hicieron en julio, que mostraron su predilección por el patrimonio de la ciudad y su oferta gastronómica.
Los italianos completan este podio
El turismo internacional también se recupera, pero a menor velocidad. Franceses e italianos son los más numerosos
con un total de 5.863 ciudadanos de esta nacionalidad alojados en hoteles de la ciudad. El amor es mutuo, pues los españoles son también uno de sus mercados más fieles.
Y una de las visitas imprescindibles de nacionales y extranjeros es la Catedral, que ha visto crecer el número de entradas de una manera extraordinaria desde que el Cabildo volvió a autorizar la entrada de público general el pasado 10 de mayo. Casi 200.000 personas han hecho desde entonces el recorrido interior, por las cubiertas o por su campanario como las que ayer aguardaban el turno de entrada en la calle. Para el templo mayor, que ha sido uno de los más conservadores a la hora de retomar las visitas culturales, es una fuente de ingresos fundamental, pues de esa taquilla depende la continuidad de la rehabilitación de la propia Giralda y de los trabajos pendientes en varias naves.
El Real Alcázar también constata esa recuperación que ha desbordado todas las previsiones. El conjunto palaciego recibió en las tres primeras semanas de agosto algo más de 76.000 visitas, superando las cifras de julio y las de los primeros cinco meses del año. La relajación de las limitaciones, en especial las que afectaban a la movilidad, ha sido fundamental para dar un impulso a la actividad, que venía siendo mínima desde el pasado enero. La dureza de la tercera ola de la pandemia sólo permitía el acceso de residentes en la propia capital y el resto de la provincia. Pero el panorama hoy es totalmente diferente y ya se habla de nuevo de regulación de flujos de visitantes.