«Seguimos siendo como éramos, en lo bueno y en lo malo»
Cuando Julia Navarro empezó ‘De ninguna parte’, no había comenzado la pandemia, pero la terminó de escribir con ella ya definiendo nuestras vidas. El parón del principio «fue un alivio» que le sirvió a la autora para recolocarse, «un tiempo para encontrarme conmigo misma y ordenar mi cabeza». Pero no le duró mucho, porque se dio cuenta de «lo mucho que necesito a los demás y de que para crear necesitas estar rodeada de vida». Eso sí, no cree que la pandemia nos haya hecho mejores, «seguimos siendo como éramos, en lo bueno y en lo malo». con las mujeres en Afganistán?
—Estados Unidos ha tenido una actitud absolutamente irresponsable de la manera en que se ha marchado. No se puede llegar a un país y, cuando ya no te conviene, ahí te quedas, me marcho. No se puede llegar a un país si no es para ayudar a construir instituciones democráticas fuertes. A golpe de talonario no se puede transformar un país, no se transforma nada. A mí me parece dramático que, tras esa tímida apertura en la que han vivido las mujeres afganas, que han podido llevar a sus hijas al colegio, ha habido mujeres que se han incorporado a determinados puestos de trabajo, que han podido ir con la cara descubierta, de repente vuelvan a estar en una doble cárcel.
—¿En qué sentido?
—Las mujeres en Afganistán sufren un doble exilio, un exilio interior tremendo, que es el del burka, y el exilio de tener que volver a encerrarse en sus casas, de tener que esconder sus cuerpos como si fuera algo pecaminoso… Las mujeres afganas están doblemente condenadas en el régimen talibán. Yo no sé qué se puede hacer. Pero no podemos abandonarles. Naciones Unidas, Occidente, quien sea tiene que presionar al Gobierno talibán para que la vida de las mujeres que no se han podido escapar, que se han tenido que quedar allí, no sea una tragedia como ya lo es. Es que me pongo en la piel de una de esas mujeres y me estremezco... Es una tragedia. Y la irresponsabilidad de Estados Unidos de anunciar de un día para otro que se van el 31 de agosto me parece… ¡pero bueno! No es que los talibanes hayan ganado ninguna guerra, es que Estados Unidos decidió entregarles el poder…
—Ya sucedió antes...
—Sucede en todas partes. Yo creo que a partir de aquí los ciudadanos tenemos que exigir e impedir aventuras de este tipo. Tú no puedes ir a un país, poner las cosas patas arriba y cuando ya no te interesa marcharte. Si tienes que intervenir en algún sitio, tienes que hacerlo ayudando a crear instituciones fuertes democráticas, no a golpe de talonario…
—O exprimiendo sus recursos naturales…
—Bueno, por supuesto. Afaganistán es un lugar geoestratégico.
—Si la política se nos escapa la geopolítica ya no le quiero contar…
—Desde luego...
—Hablando de política y geopolítica, con esta novela vuelve a Israel y lo hace dando protagonismo a los ‘refuseniks’, que son los judíos que se niegan a servir militarmente en los Territorios Ocupados. ¿Por qué?
—A veces hay una visión muy simplista de lo que ocurre en Oriente Medio. Oriente Medio es un lugar muy complicado en el que las sociedades no son homogéneas, ni mucho menos, y la sociedad israelí no lo es. Hay muchos movimientos pacifistas dentro de Israel, es evidente que con poco éxito, pero los hay. Y me parecía interesante plantear esa reflexión. Pero, realmente, esta no es una novela de Oriente Medio, porque transcurre en el corazón de Europa y son los problemas que el terrorismo islamista nos ha planteado a los europeos. Hay muchos escritores israelíes, desde David Grossman a Amos Oz, que están en movimientos pacifistas. Por tanto, a veces yo creo que no se pone en valor la valentía de esas personas de enfrentarse a su propia sociedad y decir: mire usted, por aquí no.
—No se les da voz, ni protagonismo.
—No, porque a veces simplificamos mucho, y no es todo homogéneo…
—Pero vivimos en la sociedad de la simplificación...
—Sí, cada vez más.
—Ya para cerrar, estamos de nuevo ante una novela cuyos personajes son unos perdedores, pero que sobre todo demuestra que no podemos escapar de nuestro pasado.
—Es que creo que no podemos escapar de nuestro pasado, porque todos somos lo que somos por lo que hemos sido. No nacemos nuevos todos los días. Sería fantástico levantarte una mañana y no tener memoria ni huella del pasado. Pero eso no es así. Y, por tanto, la mochila que todos cargamos con las vivencias de la vida se va llenando, y se va llenando a veces de cosas buenas y otras de cosas malas, pero están ahí. Yo soy bastante orteguiana, creo que las circunstancias influyen, pero también creo que al final tenemos la última palabra. Lo que pasa es que a veces es muy difícil decir esa última palabra.
Julia Navarro. Editorial Plaza & Janés. 416 páginas. 22,90 euros.