¡Salve Pedro, los que se han quedado atrás te saludan!
Rebotar es rebotar y punto. Luz, carburantes, inflación, cuotas, SMI... todo empeora para los empresarios
VOLVEMOS del ‘kit kat’ vacacional y nada parece haber cambiado. Bueno, a mejor para algunos, sí, pero a peor –mucho peor, incluso– para muchos. Los datos están ahí. Los oficiales y los de los expertos e instituciones varias. Y cada cual los interpreta según como quieran que suene la flauta. Pero el termómetro de la realidad social es el que mide la verdad. La de la calle. La de las personas. La de sus familias. Sus negocios y sus cuentas. Y esa música suena, por desgracia, desacompasada. El ‘cuestón’ de septiembre está haciendo estragos. En los de siempre. En la gente de a pie.
Subidas récord de los precios de la luz día sí día también –un 200% superiores a los de hace un año–, carburantes un 25% más caros, una inflación en lo más alto de la última década, subida de cuotas para los pequeños empresarios y autónomos, a los que se les une un nuevo incremento del salario mínimo que les obligará o a no contratar o a despedir, si es que han podido subir las persianas... mientras las ayudas prometidas, esas de 7.000 millones, no llegan a todos. Eso sí, la economía rebota. ¡Solo faltaría que España no fuera capaz de liderar el crecimiento entre los socios europeos con todo lo que ha caído antes! Y por eso precisamente rebota al haber caído más. Ni crece, pues, ni se recupera. Además, si no, ¿qué cifras son esas que afirman que las ejecuciones hipotecarias se han disparado un 253%, que triplica la estadística de hace un año, o eso de que el tejido empresarial solo ha recuperado el 60% hasta julio, con una pérdida media de 44.640 empresas en lo que va de año? ¡Vaya, pues va a ser que sí son muchos los ciudadanos que se está quedando atrás presidente. ¡Y ni se recuperan, ni rebotan oiga!
Y es que rebotar, ni es crecer ni recuperación. Es rebotar y punto. Hasta una piedra rebota en el río varias veces antes de hundirse. Haciendo hermosas ondas incluso en su parábola, sí. Pero, luego, si nadie lo remedia – raro–, se hunde. Pues, el caso es que Sánchez confía en el salvavidas de los fondos UE para sacar la cabeza del cenagal en el que está convirtiendo España, a pesar de que es consciente (o no, conociéndole...) de que tiene ya en casa dos enviados especiales con la lupa en el cogote. Mientras, decía, la inflación marca récords, los suministros están disparados y ya descuella el peligro de que el encarecimiento se traslade a las exportaciones y dé la puntilla a una economía que, como el virus, lleva no sé cuántas oleadas y variantes de padecimiento. Quizás la solución peregrina del presi sea la de mandarnos a todos a paseo o a las tertulias de la tele donde han acabado sus vices y ministros más señeros hasta hace apenas unas semanas. Cualquier día nos dirá –¡encima!– que nos falta resiliencia, capacidad de sacrificio y visión a largo plazo. Eso sí, desde la poltrona y en alpargatas. ¡Salve Pedro, los que se han quedado atrás te saludan!
El verdadero arte surge por apego a la vida. Lo demás no importa
si no fuimos nosotros? ¿Y si fue el mismo mundo? El mundo, un ente único, generador de vida, un ser que respira, que sueña, que resiste, capaz de brindar la energía necesaria para la existencia entre todas las estrellas y galaxias que desconocemos. El mundo, ese del que formamos parte, del que somos custodios, no dueños, es un ente vivo, con océanos y masas de tierra que se transforman constantemente, cielos cambiantes y volcanes, tiempos extremos o dóciles, hostil y paradisíaco, cielo e infierno, ambas cosas juntas, con suficiente poder como para producir una energía extraordinaria que lo hace existir colmado de contradicciones, entre los que estamos nosotros. Desde ese pálido punto azul en medio de la inmensidad, desde que tenemos consciencia del tiempo, se ha estado lanzando a todo el espacio negro algo poderoso e invisible, inquebrantable, infatigable, fugaz y permanente en su más fascinante contradicción, una energía todopoderosa proveniente de lo generado por unos infinitésimos detonantes, surgidos desde dentro, pequeñas explosiones como el amor, la emoción, el arte, la sensibilidad, el deseo… que provocaban tal fuerza natural que es imposible que no haya viajado y propagado más allá de nuestro entorno.
Cada poema, cada sensación agradecida ante una obra artística, cada abrazo verdadero, cada beso intensamente único libera esa extraña fuerza de vida, energía vital que acaricia todo a su paso transformándolo. Una fuerza más poderosa que cualquiera de las que hemos estudiado y creemos conocer más allá de la misma física. Algunos millones de personas, ocupantes ocasionales de ese pálido punto azul en medio de la inmensidad y durante su corta existencia en la historia de los océanos negros de galaxias, han procreado una ingente cantidad de energía en cada encuentro que surgió con la belleza, en cada descubrimiento de lo único, que aparecía como una revelación, sin control, e impregnaba todo en su esparcimiento. Cada verso que cala en un solo corazón, cada pieza sonora llegada al fondo de nuestro ser, cada trazo desigual y extraordinario dibujado para siempre en nuestros ojos, provocaba un manantial de energía que no solo se quedaba aquí sino que también volaba al cosmos en cuerpo de ondas, como espíritus, en la estela de cometas, entre las lunas y planetas, arena cósmica imperceptible, pero real. La humanidad se expresa y el mundo exhala.
¿Y si fue el mundo el que impulsaba esta energía a través de sus átomos y moléculas, personas de toda índole, iguales pero únicos? La excusa fue el amor, el arte, la emoción sincera. Así, mucho de aquello que emana de cada encuentro que se nos entregó como un regalo de vida se esparce constante como un aroma imperecedero. La vida irresoluble que contienen todas las páginas de Si esto es un hombre; la emoción inefable de la muerte por felicidad del fiel perro Argos al regreso de su amo, Ulises, veinte años después, en el canto XVII de la Odisea; la pérdida de Héctor, el guerrero que más se señalaba entre los troyanos, príncipe de Ilión, hombre cierto frente al semidios en esa fuente de energía que se propaga. Somos nosotros. Pero es el mundo el que nos impulsa respondiendo a nuestras preguntas.
En esto ha tenido mucho que ver el Arte. Hablo de las excepciones que fuimos capaces de hacer en el nombre del mundo. De obras con suficiente vida como para conectar con otras en la historia de los tiempos. Obras que esperan ser contadas por otros, el mismo relato, el mismo miedo, la misma fe, con otros cuerpos. Desde siempre nos movió el mismo deseo. El primer trazo en la pared de una cueva hecho con intención ya estaba bañado por ese deseo: sentir la existencia. Así fue aquel día y así sigue siendo hoy. Siempre ha sido así. El verdadero arte surge por apego a la vida. Lo demás no importa. Por eso, al mirar atrás, no es difícil descifrar las derivas de aquellos deseos. Los verdaderos motivos. Es lo que nos ha mantenido curiosos, pensantes, debatientes. Es lo que siempre nos importó: la muerte, la vida, la inmensidad, el viaje, la gran belleza, el daño, el dolor, la furia, el amor.
Es una (otra) historia del Arte. Una historia de la imaginación del mundo. Esta es su historia.