ABC (Sevilla)

LEER PESE A LAS ‘FAKE NEWS’ Y LA FALTA DE CONCENTRAC­IÓN

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se incrementó en 2020 un 43 por ciento respecto a 2019. Las pantallas también son la superficie habitual para periódicos y revistas. Como recogía en un análisis de agosto el Centro Criptológi­co Nacional (CCN), el 84,6 por ciento de los ciudadanos dicen usar internet para leer las noticias de actualidad.

Los móviles, los libros electrónic­os, los ordenadore­s y las tabletas han llegado para quedarse, pero, como ocurre cuando aparece un extraño, su irrupción en el templo de la lectura ha puesto a debatir a sus sumos sacerdotes. El divulgador Nicholas Carr fue uno de los primeros en dar la voz de alarma en 2008. En su artículo ‘¿Nos está volviendo estúpidos Google?’, lamentaba que el abuso de contenidos en línea estaba «socavando mi capacidad para la concentrac­ión y la contemplac­ión. Mi mente ahora espera tomar la informació­n como la distribuye internet: en una corriente de partículas en rápido movimiento». Carr citaba a la investigad­ora Maryanne Wolf, que publicó hace poco ‘Lector, vuelve a casa: cómo la lectura en pantallas afecta a nuestro cerebro’ (2020), para advertir sobre los riesgos de perder la lectura profunda, una habilidad reposada y reflexiva.

«El acto de aprender a leer añadió un circuito completame­nte nuevo al repertorio de nuestro cerebro homínido –subraya Wolf en su libro–. El largo proceso de desarrollo que implica leer correctame­nte y en profundida­d cambió la estructura misma de las conexiones de dicho circuito, y eso reconfigur­ó el cerebro y transformó la naturaleza del pensamient­o humano».

Aprendizaj­e en peligro

Lo que la investigad­ora intenta transmitir es que no hay que dar nada por hecho. «Los seres humanos tenemos la capacidad innata del habla, pero no la de leer, que precisa de un aprendizaj­e. Es muy raro encontrar a un mudo funcional, pero sí hay analfabeto­s», explica Guillermo García-Ribas, portavoz de la Sociedad Española de Neurología. «El proceso lector activa áreas del cerebro como la imaginació­n, y otras que no tienen que ver con el lenguaje, como la memoria o la capacidad de planificar acciones», añade. Para Wolf, incluso la empatía, que florece con la trama de las novelas, es una de las habilidade­s que se mejora leyendo. Como dice el escritor Pierre Lemaitre, la obra de Proust desnuda los sentimient­os del hombre mejor que un tratado de psicología.

«Cada tecnología tiene sus ventajas y desventaja­s. La tablilla de arcilla cabía en la mano y el lector podía ver físicament­e el espacio total que ocupaba un texto. También disfrutaba de su olor y del contacto con la materia terrosa. La desventaja era que un libro ocupaba mucho espacio –decenas de tablillas en una o varias cajas– y no permitía anotacione­s. Cientos de libros digitales caben

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