ABC (Sevilla)

Wilfred y Navas, «el día que cambió mi vida»

Pablo Blanco los eligió a los dos tras verlos en Los Palacios; hoy, el portero, tras participar en más 400 partidos en Segunda B, lucha por recuperars­e

- R. ARROCHA

escondían que se estaba dando una situación delicada.

El 6 de agosto se daría el primer paso en beneficio del Alavés con la vuelta de Joselu a un terreno de juego. En el primer amistoso que jugó, ante el Levante, el delantero fue el protagonis­ta con su gol (1-0). Todo apuntaba a que el duelo acabaría con empate a cero, pero en el minuto 90, y en una jugada que aparenteme­nte no entrañaba peligro para la defensa levantinis­ta, Rubén Vezo arrolló al propio Joselu dentro el área. El jugador del Alavés no perdonaría de pena máxima.

Sin embargo, apenas nueve días más tarde se abriría un nuevo capítulo con unas declaracio­nes del delantero, nada más acabar el primer encuentro oficial de la temporada de un Alaves que perdió ante el Madrid (1-4): «Siempre he sido un profesiona­l de pies a cabeza. Se han prometido cosas que no se han cumplido, pero yo voy a darlo todo por este club mientras siga aquí. El mercado es muy largo; si sigo aquí, bien, pero el mercado da muchas vueltas», dijo Joselu, generando más informacio­nes en torno a su posible salida. Imposible. El Sevilla ya estaba en otra cosa y seis días después recibiría a Rafa Mir en el aeropuerto de San Pablo cerrando definitiva­mente cualquier culebrón en torno al jugador del Alavés.

Nos dijeron que Pablo Blanco iba a verme a mí, a otro compañero y al chiquinino (Jesús Navas). Marco, su hermano, le tenía que ayudar a ponerse la ropa antes de los partidos. El pantalón le quedaba tan grande que había que remangárse­lo. Era muy chiquinino. Hasta que empezaba a correr y cogía el balón. Ahí, el chiquinino ya no se veía tan pequeño». Quien así se expresa es José Manuel Muñoz García, alias Wilfred, portero de mil experienci­as en Segunda B, y que sería selecciona­do por el director de la cantera del Sevilla «hace ya muchos años» para fichar por el club sevillista. Juntos se fueron a la carretera de Utrera.

Pero uno lidió con la gloria ya conocida, y al otro, a nuestro protagonis­ta en estas líneas, le tocó luchar y luchar. «Comenzamos juntos. Sólo eso. Porque luego, lo de Jesús ya no fue normal. Aunque le digo una cosa... Yo lo sabía. Yo sabía que el chiquinino iba a llegar donde quisiera. Pregúntele a Marco lo que yo le decía de su hermano. Jesús era un año menor, pero subía con nosotros y siempre era el mejor. La gente no paraba de mirarlo. Además, con

«lo chiquinino que era, ya le daba súper fuerte al balón. Pedro Murube, que era nuestro entrenador, nos comentó un día antes del partido al que iba a venir Pablo Blanco que teníamos que estar tranquilos, como siempre. A los pocos días nos llamó y nos dijo que nos íbamos al Sevilla. Aquel día cambió algo nuestras vidas. Lo recuerdo como si fuera ayer. Nos volvimos locos. ¡Qué recuerdos más bonitos!».

Los caminos se separaron poco después: «Mientras que él seguía subiendo en el Sevilla, yo me tuve que marchar cedido a varios equipos. Jesús ya estaba en el filial. Y muy poquito después, en el primer equipo. Fue todo súper rápido. Cuando Jesús gana la primera UEFA, la de Eindhoven, yo estoy cedido en el San Fernando. Después jugué en el Portuense, en el Ejea, en el Puerto Real, en el Guijuelo, en el Mirandés, en el Llagostera, en el Olot. También

«Pedro Murube, que era nuestro técnico, nos dijo que iba a venir a vernos Pablo Blanco, pero que debíamos estar tranquilos»

en el Villanoven­se, en el Marbella, en el Gimnástic. Y en el Ejido. Pero me lesioné hace unos meses. Me partí la pierna derecha. ¿Sabe cuándo me lesioné? Cuando llevábamos 18 segundos de partido. Fui a por un balón, y en un momento tenía al delantero encima. Los dos íbamos fuertes. Imagínese el impacto entre dos personas grandes, corpulenta­s. Era el delantero del Marino, un tío fortísimo. Del dolor que tenía comencé a verlo todo en blanco. Por lo menos estuve 15 segundos que no veía nada. Iba a venir la ambulancia a recogerme, pero como estaba mi mujer en campo y yo no quería que se preocupara, les dije que no, que yo iba caminando. ¡Madre mía, qué dolor! El jugador del Marino me escribió después para ver cómo estaba. Parece que le traje suerte. Desde entonces no paró de marcar goles; hizo en unos pocos partidos unos cuatro o cinco. En fin. No pasa nada. Hay que seguir adelante. Hace una semana ya pude dejar las muletas y confío en que en enero o febrero ya pueda estar totalmente bien», dice mientras se lamenta.

«Mi idea era jugar dos años más. Me encontraba de lujo. Pero ahora, con esto de la rotura, todo cambia. Vamos a ver cómo voy evoluciona­ndo. Por supuesto que quiero volver. Voy a hacerlo todo, y más. ¿Si dejo el fútbol? No, no. Eso no lo pienso. Pero si así fuera pues me iré con mi suegro a trabajar a Los Palacios. Pase lo que pase, estaré bien. Yo no he podido llegar a la élite, pero siempre estaré orgulloso de haber comenzado con un grande como Jesús Navas. Todo lo que he hecho en mi vida lo he hecho con esfuerzo. Y así seguiré haciéndolo. Lo más importante en la vida, así lo entiendo yo, es tratar de disfrutar lo que te toque. Entre Segunda B y Tercera he jugado casi 600 partidos. Eso no lo puede decir mucha gente, ¿eh?», finaliza con guasa y las muestras de cariño para su paisano: «Yo sí puedo decir que jugué con Navas. Y que juntos fichamos por el Sevilla». Palabra de Wilfred.

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