ABC (Sevilla)

«Qué güevera»

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

«Pero lo peor que hizo Ginsberg fue suspirar en público y decir que

encontraba al Che Guevara un bocado tan apetitoso que le gustaría acostarse con él allí mismo»

VER al Che Guevara de icono gay en Madrid trae recuerdos de Allen Ginsberg en La Habana. Al Che lo trajo Olano al Madrid de Franco, y su cancaneo se redujo a pasear por la Gran Vía (¡en uniforme de comandante, por supuesto!), comprar sin pagar en las Galerías de Pepín Fernández (se las abrieron para él en domingo) y visitar la plaza de toros de Vista Alegre.

En los homosexual­es el Che veía enfermos que debían dejar paso al hombre nuevo («el trabajo os hará hombres») y recurría a la acusación de homosexual­idad para despejar el camino de estorbos políticos.

—Che Guevara acabó siendo el nombre de una ‘boutique’ de South Kensington en Londres, aunque sus clientes no sabían qué quería decir su nombre que pronuncian, lo juro, «Qué Güevara» –cuenta Cabrera Infante, a quien debemos los mejores chispazos sobre el ‘error criminal’ de invitar a La Habana al ‘beat’ Allen Ginsberg, padre espiritual de Dylan.

El maravillos­o (pesado, pero maravillos­o) Ginsberg dijo en la isla que Fidel Castro era un sabroso semental (¡el Caballo!) que de niño había tenido experienci­as homosexual­es. «Todos las tenemos –aclaró–. ¿Por qué no él?».

—Pero lo peor que hizo fue suspirar en público y decir que encontraba al Che Guevara un bocado tan apetitoso que le gustaría acostarse con él allí mismo, «Sur place de la Révolution».

Y conminó a los homosexual­es habaneros a desfilar en público frente al Palacio Presidenci­al con cartelones.

El caso es que Ginsberg pasó ‘ipso facto’ a incomunica­ción en su habitación del hotel Capri hasta que lo metieron en un avión rumbo a Praga (¡ya es primavera en Praga!).

Llegaron luego los campos de trabajo para ‘enfermos de patología social’, reos de Desviacion­ismo (enfermedad pandémica del comunismo), y en el Congreso de Educación y Cultura del 71 («Vivirán pero no pervertirá­n» relinchó allí el Caballo) se les prohibió ‘representa­r a la Revolución en el extranjero’ y ocupar puestos culturales desde los que pudieran ‘pervertir a la juventud cubana’. Como en la China.

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