ABC (Sevilla)

Los tres poderes... retóricos

- HUGHES

Del PP puede salir un Vox, pero del PSOE no pueden salir más

que tertuliano­s de la SER

CON dos puñetas, una por el Tribunal Supremo y otra por el Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes habló de independen­cia del poder ídem, tuvo el humor de hablar de independen­cia del poder judicial. Pero ¿quién nombró a Lesmes?, ¿quiénes decidieron que esté ahí?

Pablo Casado está haciendo algo notable. Quiere reformar el poder judicial mientras controla en cierto modo el poder judicial. Cree tanto en su independen­cia que prolonga un ‘statu quo’ que le beneficia o, al menos, no le perjudica.

Es verdad que el PSOE, carcoma institucio­nal, quiere penetrarlo todo, y es verdad que la ley es suya, pero el PP tuvo dos mayorías absolutas para derogarla y… ay, es que Mariano... ay, es que Aznar… ay, es que el PP es buen chico, pero a veces se despista y se le va el santo al cielo...

Esta cuestión del CGPJ enseña mucho. Primero, que la Transición se ‘transicion­ó’ en los 80, donde el PSOE terminó de ocuparlo casi todo. Del 85 es su ley sobre el CGPJ y del 85, cuando Almodóvar nos modernizab­a, es su ley para el asalto autonómico a las cajas (la Lorca, para más inri).

Enseña también la división de funciones entre PP y PSOE. Igual que el PP es el encargado de tomar las medidas de ajuste económico que disfruta el PSOE; el PSOE suele cometer los destrozos políticos e ideológico­s que luego, olvidadizo (¡este chiquillo!) disfruta el PP. Cierto es que en el Partido Popular hubo propuestas, voces críticas, momentos de lucidez, y por ello del PP puede salir un Vox, pero del PSOE no pueden salir más que tertuliano­s de la SER.

Carlos Lesmes no solo incurrió en la hilaridad de hablar de independen­cia, también se puso campanudo hablando de Poder Judicial, recalcando sospechosa­mente lo de Poder. Pero ni es independie­nte, ni está claro que sea poder. «Un poder casi nulo», dijo Montesquie­u (pido perdón por citarlo, mi vergüenza es absoluta), pero al hablar de poder, al ponerle la P mayúscula, en cierto modo se le eleva, se le coloca a la altura del ejecutivo y del legislativ­o (dos bueyes uncidos al mismo carro) como si fuera una potenciali­dad equivalent­e, una instancia equipotent­e, como una parte del Estado capaz de mirar de tú a tú… ¿al propio Estado? ¿a una de sus partes?

Hay dudas (expertas) de que sea así y las palabras de Lesmes y de todos los Lesmes, que no pueden disculpars­e por la ignorancia del periodista (el periodista es como un médico rural, conocedor de casi todo, experto en nada, con un necesario talento narrativo y sentimenta­l y el conocimien­to triste de la verdad última de la vida), sus palabras demuestran, sobre todo, que hay una retórica judicial de la que se nutre la política, y que junto a la periodísti­ca forman tres afluentes, ¡tres poderes! ¡los tres poderes retóricos de esta cosa enloqueced­ora! Aquí sí: tres poderes parlantes, como tres inflados tenores, uno de ellos especialme­nte grave (para papeles de edad y severidad) togado y empuñetado.

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