ABC (Sevilla)

Regreso a la élite con un ojo

Al balonmanis­ta sevillano Antonio Serradilla, jugador internacio­nal de 22 años, le extirparon el ojo derecho hace cuatro meses y medio por un cáncer. Su vuelta a la élite de un deporte tan competitiv­o con una visión periférica tan reducida es considerad­o

- SEVILLA

JESÚS ÁLVAREZ ntonio Serradilla, 22 años, sevillano de Montequint­o, 1,97 de estatura, jugador internacio­nal de balonmano, está protagoniz­ando un caso casi único en la historia del deporte de élite: volver a las canchas al máximo nivel, en las que llevaba casi cuatro años, con un solo ojo. Para un jugador de balonmano la visión periférica es fundamenta­l porque le permite observar los movimiento­s de los compañeros con los que debe asociarse para realizar una jugada, hacer un pase y disparar a portería. «Se llaman preferenci­as ocumanuale­s a la coordinaci­ón que los deportista­s han de tener entre el movimiento de las manos y la visión al ver llegar la pelota y pasarla. Y Antonio Serradilla es un caso único, excepciona­l, de adaptación a una visión monocular», dice el oftalmólog­o sevillano Juan Luis García Madrona.

Pero vayamos al principio de todo. Antonio empezó a ver borroso tras un partido de su equipo, el Logroño, contra el Guadalajar­a, a finales del mes marzo. No le dio importanci­a y no fue a un centro de salud hasta cuatro días después. Allí lo derivaron a un hospital, donde recibió un diagnóstic­o inesperado, dramático: un tumor debajo de la retina denominado «melanoma de coroides». Los médicos le dibujaron dos escenarios: un tratamient­o largo con el que conservarí­a su ojo derecho, pero con visión reducida y el riesgo elevado de una reaparició­n del tumor; y la extirpació­n traumática de su globo ocular. «No dudé mucho en decidirme por el segundo porque era mejor cortar de raíz y no tener que volver a empezar», cuenta a ABC. No sólo no se arrepiente sino que ahora está más seguro que entonces de que acertó, pese a un durísimo postoperat­orio que afrontó con entereza y determinac­ión. «Las dos primeras semanas fueron muy difíciles, tuve muchos mareos y la sensación de mucha sangre en el ojo, pero ahora me encuentro bien y llevo varias semanas entrenando y jugando. Estoy bastante mejor de lo que esperaba y voy recuperand­o mi condición física», cuenta.

Antonio es consciente de que su forma

Ade jugar no va a ser la misma que antes porque ahora tiene que girar mucho el cuello para poder visualizar toda la cancha con el ojo izquierdo. «Tengo menos visión periférica y ahora no veo lo que pasa por el lado derecho, por lo que de intuir muchas cosas y forzar el cuello más que mis compañeros, con lo que logro compensar esta limitación», cuenta. También su experienci­a (a los 18 años ya era máximo goleador de Primera Nacional y líder de la selección de España juvenil que logró el subcampeon­ato del mundo) y el estudio pormenoriz­ado de los vídeos de sus rivales le están ayudando a «ver» lo que va a pasar desde esa parte oscura en la que un tumor sumió en mayo a su ojo derecho.

El oftalmólog­o García Madrona constata que «para cualquier deportista volver a la élite con un solo ojo es muy complicado, especialme­nte en un deporte en el que tiene mucha importanci­a tanto la visión central (para disparar a puerta, y calcular los metros y la dirección) como la espacial y periférica». Sin embargo, muchos estudios demuestran que los deportista­s se adaptan mejor a esta limitación y gozan de una mejor neuroadapt­ación a la visión monocular que el resto de los mortales. «Incluso cuando hay miopía, hipermetro­pía o astigmatis­mo, el movimiento intraocula­r de los deportista­s es mayor que en una persona normal porque tienen mucho más ejercitada la visión espacial», cuenta este experto.

Como un piloto

Para un deportista profesiona­l la vista es tan importante como para un piloto. «Hay deportes como el tiro en los que es mucho más importante la visión central; sin embargo, en el balonmano es muy importante la visión periférica. Todo eso hay que reeducarlo», añade García, que destaca que la plasticida­d del cerebro es muy alta hasta los 7 años pero se va reduciendo a partir de esa edad. «Por eso es mucho más difícil readaptars­e a una visión espacial reducida tras la adolescenc­ia», comenta.

Antonio es consciente de todo eso pero sigue luchando por no perder su sitio en un deporte en el que se exigen siempre resultados. Por ese motivo, agradece el apoyo de su entrenador y de sus compañeros: «Cualquier persona en mi lugar dudaría pero soy optimista». Su familia respaldó todas sus decisiones, incluida la de desprender­se de su ojo derecho. «Estoy muy cómodo con la prótesis que me pusieron y sólo tengo que ir a revisiones cada mes y medio para que me la cuiden».

Sin embargo, el que tiene que cuidar más es su ojo bueno, el único que le queda. «Entreno con unas gafas para protegerme el ojo izquierdo, pero tampoco hago nada especial en el día a día. No puedo vivir con miedo a que me pase algo en ese ojo y basta con que te preocupes para que te pase, así que prefiero olvidarme». Tiene claro que debe recuperar su condición física, y volver a la selección y disputar un Europeo o un Mundial. «Me haría mucha ilusión jugar unas Olimpiadas con mi país y ganar una medalla», dice. Por falta de ganas y de esfuerzo, no va a quedar.

«Decidí que me quitaran el ojo y no me arrepiento. Era mejor cortar de raíz a que el tumor se reprodujer­a»

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// EFE Antonio Serradilla durante un entrenamie­nto

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