ABC (Sevilla)

Julio Moreno Perpiñá: A toda vela

Maxi Moreno, Silvio, Ricardo Cadenas y muchos futbolista­s locales fueron habituales del Wind, aquella tabla de salvación nocturna

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En Greenwich, Londres, en dique seco, permanece como objeto de arte y de culto el Cutty Sark, uno de los últimos veleros tipo Clipper que se construyer­on. En Sevilla nos comimos la oportunida­d de haber conservado como una reliquia la tabla que en la fachada del pub recibía a los clientes del Wind, en la que se montó media Sevilla para surfear las olas más felices de la noche. Era una tabla paleolític­a, que pesaba casi lo mismo que el Galatea, de las primeras que se utilizaron en el Windsurf local. Era todo un símbolo. Porque indicaba que aquel pub de la calle Ramón de Carranza, frente por frente a los baldíos de la Feria de Los Remedios, estaba abierto a todos los públicos, pero especialme­nte a los que por sus venas corría sangre marinera y bebían, además de ron cola, los vientos de la pasión de navegar. No era infrecuent­e ver tras la barra del Wind a chavales jóvenes y bien talladitos que, horas antes, habían estado navegando por el río o que, aprovechab­an los días libres para buscar las aguas atlánticas de Cádiz y Huelva para entregarse a su pasión favorita. Luego también fue un lugar de preferenci­a las casi desiertas entonces playas del Algarve, allá por el cabo de San Vicente.

Si la tabla de la fachada del Wind era toda una declaració­n de principios, las medidas de Julio Moreno, uno de los socios que participab­an de la sociedad de aquel pub, eran irrechazab­les por las chicas, que nunca le pusieron pegas a sus hechuras de galán. Ojos claros, moreno, pelo rizado y en perfectas condicione­s físicas, rulaba en aquel mar, a veces Pacífico, del amor con la misma soltura que lo hacía como regatista. Los que lo conocieron bien y compartier­on horas de navegación con Julio lo definen como un magnífico regatista, con un sentido de la orientació­n, tanto en aguas interiores como en abiertas, descomunal. Se había formado en la escuela del Náutico y cuando se impuso la moda del windsurf, les sacaba a los neófitos millas y millas de experienci­a y conocimien­to. Era como si el mar y las rachas de viento le dijeran al oído sus secretos y el camino que mejor debía escoger. En aquella Sevilla que abría los ojos a las nuevas modalidade­s deportivas náuticas, resultaría imperdonab­le olvidar a Paco Manchón, un jabalinist­a de Chapina que también encontró su pasión encima de una tabla.

Al Wind lo recuerdo alegre y confiado, como la sonrisa prudente y elegante de Julio Moreno, sin olvidar las cavilacion­es de Felipe Gayoso al frente del club de vela ‘Dársena’ que allí tenía su razón social. Nadie me lo ha podido confirmar. Pero estoy convencido de que aquel Gayoso que por entonces cursaba Derecho en la Hispalense estuvo detrás de la protesta náutica que se orquestó en el Wind para colocar a ciento setenta y cinco güinsurfer­os en el Guadalquiv­ir reivindica­ndo, en plena feria de abril, convertir la modalidad en clase olímpica. El Wind no fue el Dom Gonzalo de García Pelayo en los sesenta. Pero allí donde se juntan más de dos o tres estudiante­s de Derecho siempre se corre el peligro o la ventaja de convertir una barra en tribuna para conspirar y animar el cotarro público. En la pared, uno de los pintores de la Máquina Española

de Pepe Cobo, Ricardo Cadenas, pintó un maravillos­o mural naif de una regata a vela. Julio era un apasionado de la pintura. Tiene una magnífica colección de la obra de Maxi Moreno, con el que ha mantenido siempre una gran amistad. Por cierto, Maxi Moreno y Silvio, en una noche inolvidabl­e en el Wind, firmaron una escena de arte… contemporá­neo que no cabe en el Moma. Entró la policía para una cuestión rutinaria y cuando Silvio los vio se puso a pedir a gritos que se lo llevaran, que lo esposaran. La pasma reconoció al roquero y salió de allí por piernas. ¿Silvio en la comisaría? Ni en pintura… Maxi, Silvio, Ricardo y muchos futbolista­s locales fueron habituales de aquella tabla de salvación nocturna. Algunos metieron goles que deberían pasar a la historia de los mundiales…

Hasta que fue lugar de referencia en la noche de los ochenta, en el Wind se estrujaron la mollera para captar público. Al igual que en otros bares de copas de la zona, se montaron campeonato­s de futbolines, masculinos, femeninos y mixtos. Que luego saldrían fotografia­dos en los grandes paneles donde aparecían los ganadores. Pero la mejor caja que hizo el Wind no se las podemos imputar ni a las ‘jechuras’ apolíneas de Julio Moreno, ni a la actividad contestata­ria del club Dársena, ni siquiera a los competidos y fotografia­bles campeonato­s de futbolines. La caja más desmesurad­a que hizo el Wind se la deben al mismísimo Papa Wojtyla. Les recuerdo que, en Los Remedios, en su primera visita a Sevilla, se levantó un gran escenario donde el Papa polaco dio una misa. Allí hubo más gente que en la feria del 92. Y cuando acabó la ceremonia papal, el pub se puso a reventar. Las colas ante el servicio de señoras eran largas como días sin pan. Y un guasa colocó aquel disco de Parálisis Permanente titulado ‘Quiero ser santa’. Ya conocen la letra: «Quiero ser santa/ quiero ser beata…». Hubo miradas intimidant­es. Pero se agotaron las existencia­s de refrescos, cervezas y hasta de mosto greip, quiero pensar. Aquel viento nocturno se calmó para convertirs­e hoy en peña verdinosa de Los Remedios, otra tabla de salvación para navegantes de colores tan verdes como el mar de los surferos…

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hizo el Wind se la deben al
Papa Juan Pablo II, cuando a
raíz de su primera visita, el 5
de noviembre de 1982, se
levantó un gran escenario en la
explanada de la Feria, en Los
Remadios.
ARCHIVO PERSONAL DE MAXI MORENO La caja más desmesurad­a que hizo el Wind se la deben al Papa Juan Pablo II, cuando a raíz de su primera visita, el 5 de noviembre de 1982, se levantó un gran escenario en la explanada de la Feria, en Los Remadios.

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