Los noveles dan la cara antes del gran acontecimiento
Samira triunfa en una tarde en la que Aguilar y Perera se la juegan con difíciles novillos
Una ovación estalló en las arenas de Arlés cuando apareció Juan José Padilla. Alzaba los brazos, apretaba los puños, lanzaba besos... En pie se puso un sector durante el paseíllo por el callejón del jerezano, que no ha dejado de ser Ciclón ni apartado de los ruedos. Y si Alejandro Talavante le robó un trozo de protagonismo hace tres años en su retirada, ayer, en la víspera del regreso del extremeño, el héroe del parche se llevó los laureles. Hasta el ruedo tuvo que salir para saludar al graderío después de besar el polvo de la tierra. Solo le faltó plantarse de rodillas para recibir a un toro...
Quien sí se postró de hinojos fue su poderdante, Manuel Perera. Merodeaba el drama en el saludo a un novillo que se movió con genio y bravuconería. Nada le regaló el de Jalabert, pero el extremeño, acostumbrado ya a los golpes duros de la vida, nunca perdió la fe y se entregó con el animal, que le propinó una voltereta con una fea caída. No se amilanó el novel, pura disposición. Miraba a los tendidos entre natural y natural, con el compás muy abierto. El pase de pecho inspiró la petición de música, pero la siguiente tanda, de enorme mérito, se vivió callada, entre el silencio y la angustia. Tras esos zurdazos arrancó la banda, ya a destiempo. El acero le privó de un trofeo ganado valerosamente.
Con el capote a la espalda, frente al portón de los sustos, dio la bienvenida al sexto. Una temeridad. Como un tigre saltaba el astado. Y allá que seguía Perera. Brindó al público y de rodillas principió. A oleadas iba el de Durand, pegando arreones, porque de embestidas no había noticias. Cuando el descastado animal se agotó –suyo fue el peor lote–, se inventó un largometraje a ras de los pitones. Se extendió demasiado, tanto que impacientó al personal. Aun así, se marcó una vuelta al ruedo.
Suavemente, con cierto gusto, saludó Adam Samira al chorreado primero de Jalabert, que se desplomó en el peto. Lástima que acusara esa flojera, pues el noble novillo quería embestir y repetía. El francés buscó la templanza y logró sostenerlo a media altura, intentando aprovechar la calidad del ejemplar. Tras el epílogo por luquecinas paseó una oreja, idéntico premio que en el cuarto, al que recibió a portagayola. No terminó de hallar el ritmo con este exigente rival, que lo pedía por abajo y en el que le
Viernes, 10 de septiembre. Primera de la Feria del Arroz. Un tercio de entrada. Novillos de Jalabert (1º, 3º y 5º) y Roland Durand (2º, 4º y 6º), desiguales, con complicaciones; los mejores fueron 1º, 2º y 4º.
de rosa y oro. Estocada corta (oreja). En el cuarto, espadazo. Aviso (oreja).
de blanco y oro. Estocada contraria tendida y tres descabellos (vuelta al ruedo). En el quinto, media (saludos).
de blanco y oro. Cuatro pinchazos y estocada corta caída. Aviso (saludos). En el sexto, estocada desprendida. Aviso (vuelta al ruedo).