ABC (Sevilla)

La ‘bis’ cómica andaluza

- ANTONIO NARBONA ES CATEDRÁTIC­O EMÉRITO DE LA UNIVERSIDA­D DE SEVILLA

La deja de tener o cuando queda anclada casi en exclusiva a catetos o ‘chachas’ que parecen tener la ‘obligación’ de hacer reír

CAE en mis manos La literatura en andaluz. La representa­ción gráfica del andaluz en los textos literarios, de Francisco de Borja García Duarte, aunque prefiere llamarse Paco Albadulí (de AlBadul, nombre árabe de El Padul, en Granada, su pueblo). Se trata de una peculiar antología (más de 300 páginas) en que se recogen fragmentos de textos (no todos, ni mucho menos, ‘literarios’, y de calidad mediocre) de unos 80 autores, desde el sacerdote malagueño Gaspar Fernández y Ávila (1734-1809) hasta Huan Porrah Blanko [sic] (n. 1970), de Mijas (Málaga), profesor universita­rio. Como aclara el recopilado­r en sus ‘considerac­iones’ iniciales, cada uno «escribe en la forma que le ha inspirado su buen entender», por lo que «muy variadas son las soluciones ortográfic­as que vamos a encontrar en unas obras escritas (muy) parcialmen­te en andaluz [en bastantes casos sólo en alguna que otra palabra suelta o en unas frases], generalmen­te para representa­r a personajes de baja instrucció­n escolar y con una clara intenciona­lidad de hacerlas más cómicas y atractivas».

¿Cuáles son esas ‘soluciones’? Las que el lector ya imagina: hablao, Inmaculá (que rima con Triniá, entrá[da], envenená[da]), yevar, desmayao, Curriyo, soná[r], ehtá, ahco, ajogan, vorvían, inzurtá ‘insultar’, cozas, zaludá[r], pansá ‘panzada’, rasón (en el mismo texto razón), corasón, sinta, y poco más. Es decir, prescindir de la ll, de la z (o de la s, quienes se decantan por el ceceo) y de la v, suprimir algunos sonidos, como la —d— intervocál­ida o la —r del infinitivo, escribir —r por —l (arcarde) y representa­r con h (o j) todas o algunas de las ‘aspiracion­es’ (hembra, jasta ‘hasta’, bahta). Eso sí, como se ha dicho, cada cual a su ‘entender’, por lo que, en un mismo texto encontramo­s cabayo y bullí[r], ehtá al lado de estar, mardesí ‘maldecir’ junto a maldecía, s´acostó y s´ha ido, tós y todos…. En no pué ser, se elimina la —d—, pero no la –r de ser. En usted se orvía de lo que entre ella y yo ha habido sólo chirría orvía ‘olvida’. A lo que se añaden acortamien­tos, como mu ‘muy’, ca ‘cada’ o pa ‘para’, vulgarismo­s (mesmo, osté, enjamás, entoavía, güesos), etc.

Como eso no permite hablar de una escritura ‘andaluza’, entre otras razones, porque ninguno de tales rasgos es exclusivo de los andaluces, aprovechar­é la ocasión para plantear (replantear, mejor) un par de preguntas.

La primera concierne a los autores. A García Duarte —nadie espera otra cosa— no se le ocurre poner en práctica en su introducci­ón ninguno de tales ‘recursos ortográfic­os’. Mejor dicho, lo hace una sola vez, al aludir a la frecuente «asociación del andaluz a la bis [sic] cómica» (no parece sea una errata, pues se repite), justamente en un caso en que la distinción gráfica impide confundir vis (del latín vis ‘fuerza, potencia’) con bis (bis ‘dos veces’, igualmente voz latina, que se usa también como sufijo, bisnieto). Y, por supuesto, esos autores que creen ‘escribir’ en ‘andalú’, no sólo no pretenden llevar a cabo una transcripc­ión fonética (algo que, con rigor, llevan a cabo los estudiosos desde que disponen del Alfabeto Fonético Internacio­nal, aunque para el español se utilizó antes uno propio ideado en 1915), lo que resultaría ilegible, sino que, consciente­s o no de que, como suele decirse, «una copla escrita es una copla estropeada», se limitan a representa­r —a su modo— algo de la pronunciac­ión que ‘tienen por’ propia de los andaluces Y ¿qué persiguen? Da la impresión de que envolverse en una (pseudo) bandera ‘identitari­a’ confeccion­ada a medida, y vinculada a menudo al ‘sambenito’ de la bis (perdón, vis) cómica.

Pero la gracia deja de tener o hacer gracia cuando queda anclada casi en exclusiva a catetos o ‘chachas’ que parecen tener la ‘obligación’ de hacer reír. Y el victimismo, ya se sabe, deja muy pronto de cotizar en bolsa.

La segunda tiene que ver con los lectores (¿los hay fuera de la región andaluza?), en muchos de los cuales suele producirse una tensión paradójica entre atracción y rechazo ¿Se gana algo –desde luego, ‘calidad’ literaria, no– con esa media docena de decisiones (plagadas de incoherenc­ias y arbitrarie­dades) con que se quieren reflejar unos rasgos fonéticos de valoración desigual y no exclusivos de Andalucía? No parece tener ventaja alguna una ortografía (caótica) que se aparta de la compartida por todos los hispanohab­lantes, a no ser su posible contribuci­ón en la acentuació­n de la bis (perdón otra vez, vis) cómica. Pero ¿compensa el riesgo que con la ruptura del pacto entre emisor y receptor(es) se corre de provocar —una vez apagada la espontánea (son)risa inicial— una reacción que recorta la eficiencia comunicati­va que todo escritor persigue? Lo dudo.

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