ABC (Sevilla)

Juan el tranquilo

El cambio de gobierno en Sevilla demuestra que Espadas no tiene tanta prisa como sus delfines, que tendrán que esperar

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spadas es un hombre hablador. Muy hablador. Tanto que a veces parece que vive acelerado. Pero detrás de su fachada dicharache­ra y aparenteme­nte nerviosa hay una persona muy fría. El alcalde lo prevé todo, mide cada gesto, jamás da un paso sin haber estudiado todas las posibles reacciones que tendrá. Lo tiene todo calculado. A veces acierta y a veces se equivoca, como todo el mundo, pero nunca improvisa. Y cuando tiene que tomar una decisión importante, no le cuenta sus reflexione­s ni a la almohada. Es mucho más reservado de lo que parece. El salto a la política andaluza en pugna con Susana Díaz lo dio después de un largo proceso silencioso de búsqueda de apoyos. Hasta que no tuvo la garantía de que había agua en la piscina, no se tiró. Y el cambio de gobierno en el Ayuntamien­to se ha gestionado de la misma forma. Espadas lleva dos meses estudiando el momento idóneo para marcharse de Sevilla, como todo el mundo le reclama, y nombrar a su sucesor. Está aguantando críticas y presiones generaliza­das sin inmutarse. Admite que la situación supone un

Edesgaste para él y para su partido, pero ha trazado un plan a medio plazo y de ahí no lo va a bajar nadie. Su idea es clara: se irá cuando haya desbloquea­do todos los proyectos que prometió y esté aprobado el presupuest­o del año que viene. Cuenta, además, con la inestimabl­e ayuda del Gobierno de su mentor, Pedro Sánchez, para meter dinero a espuertas en la SE-40, el metro, el tranvía y la conexión por tren entre Santa Justa y el aeropuerto. Necesita fotos delante de la tuneladora para vender en su campaña de las autonómica­s que es un gestor muy efectivo. Sus cuentas son sencillas: si logra dejar resueltos todos esos problemas antes de dimitir y nombrar al nuevo alcalde hasta las elecciones autonómica­s habrá merecido la pena esta etapa en la que sólo le llegan críticas.

Por ahí van los tiros de las remodelaci­ón del gobierno que ha terminado de diseñar esta semana. Todo el mundo esperaba que se decantara claramente entre Antonio Muñoz y Juan Carlos Cabrera, pero en una nueva demostraci­ón de gélido estratega político ha nombrado presidenta del Pleno, el puesto más visible, a Sonia Gaya, la única de toda la lista que seguro que no va a sustituirl­e porque es susanista. Ahí queda eso. Los delfines tenían mucha más prisa que Juan Espadas por resolver el enigma, pero tendrán que seguir esperando. Y cuidado con las especulaci­ones porque el alcalde es especialis­ta en jugadas sorprenden­tes. Su objetivo siempre es encajar todas las piezas a la vez: Ayuntamien­to, Junta de Andalucía y partido. No puede descartars­e la posibilida­d de que nombre a Muñoz alcalde accidental y a Cabrera candidato. O viceversa. En este sudoku hay que tener en cuenta que el primero cuenta con la máxima confianza del líder socialista para la gestión de los asuntos cruciales de la ciudad, pero el segundo es su mayor baza en el aparato socialista. Así que lo mejor es no ponerse nervioso porque estamos ante Juan el tranquilo.

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