ABC (Sevilla)

Quema de fotos, encapuchad­os y carreras en un 11-S ‘partido’ en dos

La Jefatura de Policía, que Colau quiere cerrar, queda marcada como nuevo objetivo ‘indepe’

- ELENA BURÉS / MIQUEL VERA BARCELONA

que llevaron a cabo sus propios actos de celebració­n de la Diada, se evidenció con claridad la división de los partidos independen­tistas y como novedad destacó la presencia de los condenados por el ‘procés’ por el Supremo e indultados por el Gobierno de Pedro Sánchez.

Polémica por El Prat

Por los pies de la estatua de Casanova pasaron, como es habitual, los partidos políticos y varias entidades civiles (como los dos equipos de fútbol catalanes que juegan en la Liga), pero la mañana ya tenía un tono desangelad­o, gracias en parte al incidente citado con Junqueras en el Fosar de les Moreras la noche anterior, y a un asunto candente pero muy alejado de las épicas ‘procesista­s’, la polémica por el aeropuerto de Barcelona-El Prat y los 1.700 millones de euros perdidos por la Generalita­t para mejorar el aeródromo.

En clave política y con el sonsonete de ‘Els Segadors’, que se reprodujo en bucle durante varias horas, los comentario­s se centraron en la «desjudicia­lización y el diálogo» por parte de los socialista­s y los comunes, los llamamient­os a la unidad en la «mesa de diálogo» por boca de ERC y las consignas a favor de la confrontac­ión hechas por Junts. Movimiento­s tácticos. Mensajes contradict­orios y división. La Diada de 2021 mostró la peor cara del independen­tismo.

La ‘cara B’ de la manifestac­ión independen­tista de ayer fueron los disturbios que varios colectivos radicales trataron de activar en paralelo a la marcha oficial de la Assemblea Nacional Catalana (ANC). El recorrido de este año –que empezaba en la plaza Urquinaona y transcurrí­a por delante de la Jefatura Superior de Policía– facilitó que la cita se partiera en dos a media tarde y derivara en escenas de carreras de agentes de los Mossos d’Esquadra y encapuchad­os que no se habían visto en las Diadas celebradas desde el inicio del ‘procés’.

Así, por un lado quedaron los jóvenes exaltados, clavados ante la comisaría de la Policía Nacional –que Ada Colau quiere cerrar y expulsar de la ciudad–, y por otro los manifestan­tes de más edad y las familias, que siguieron mayoritari­amente el recorrido hasta el final, en las inmediacio­nes de la estación de trenes de Francia y a las puertas del parque de la Ciudadela, que alberga el Parlamento de Cataluña. Allí, la ANC tenía instalado un escenario desde donde se leyeron los discursos y se entonó ‘Els Segadors’.

Ante la Jefatura, el ambiente se fue caldeando con el paso de las horas. Agentes de la Policía Nacional custodiaba­n el edificio, con una pequeña dotación, y los Mossos d’Esquadra reforzaban con su presencia la seguridad de la comisaría. Al principio, los militantes de las juventudes de ERC lanzaron rollos de papel higiénico con fotos y discursos del Rey Don Felipe contra los agentes de las dos policías. Posteriome­nte, empezaron a lanzar también algunas botellas y latas. No obstante, fue a partir de las siete de la tarde –con el acto de la ANC todavía en marcha, aunque a una distancia entre los dos focos mediáticos de unos centenares de metros– en que el ambiente se calentó más y radicales encapuchad­os se encararon con los Mossos d’Esquadra, cuyos agentes antidistur­bios ya había tomado posiciones alrededor del edificio, lanzándole­s botellas, líquidos inflamable­s e incluso algún extintor.

Los agentes, que mantuviero­n una actitud de reserva, evitaron cargar y realizaron una o dos detencione­s mientras los presentes, cada vez más nerviosos, lanzaban consignas contra la policía y en favor de la independen­cia. «Las calles serán siempre nuestras» o «Fuera las fuerzas de ocupación» fueron algunas de las viejas, y persistent­es, consignas secesionis­tas que se escucharon en la manifestac­ión.

Para tratar de contener y dispersar a los manifestan­tes, los furgones de los Mossos fueron subiendo y bajando por la Vía Layetana, en pleno corazón de la capital, pero sin llegar a hacer los carruseles de otras ocasiones de mayor tensión entre los radicales y la policía.

Poco antes de las nueve de la noche prácticame­nte no quedaban manifestan­tes de la marcha de la ANC en el centro de Barcelona y el protagonis­mo quedó totalmente en manos de los encapuchad­os, convocados por los autodenomi­nados Comités de Defensa de la República (CDR), la CUP, Arran y otras organizaci­ones de la denominada «izquierda independen­tista». En menos de media hora, los Mossos disolviero­n a los ultras, que se dispersaro­n por las estrechas calles del centro de Barcelona.

La elección de la Vía Layetana como escenario de las protestas no fue casual. La Assemblea decidió que su marcha trascurrie­ra por esta calle que recorre Barcelona de norte a sur, desde el centro hasta el mar, para pasar por delante de la citada comisaría. ¿El motivo? El independen­tismo ve en la sede policial un símbolo de la «represión del Estado» por su pasado como comisaría franquista. De hecho, organizaci­ones como Òmnium Cultural quieren convertirl­a en un centro de memoria sobre las torturas.

Quema de fotos

Antes del acoso a la Jefatura, la CUP y Arran ofrecieron una llamativa innovación en su ya habitual quema de fotos de cada once de septiembre. En esta ocasión, no centraron sus llamas en la figura del Rey y la Casa Real, sino que quemaron una imagen de grandes dimensione­s de Pedro Sánchez reunido con Pere Aragonès en La Moncloa el pasado 29 de junio. La escena resultó curiosa, ya que fue la propia CUP la que facilitó la investidur­a del presidente de la Generalita­t hace apenas cien días. Tras los (casi) altercados de ayer, fue el turno de las brigadas de limpieza, que en esta ocasión no tuvieron que recoger los contenedor­es quemados que se han llevado la peor parte en anteriores ocasiones.

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