ABC (Sevilla)

Historias de solidarida­d tras la tienda Dádiva

- LAURA ÁLVAREZ SEVILLA

trata de una entidad con más de diez años de historia que trabaja la inclusión social de sus beneficiar­ios principio de esta semana Mimi, vecina de Tomares, llegó a la tienda solidaria de la asociación Vivir Compartien­do con una maleta, lápices y cuadernos que había comprado para que la entidad lo hiciera llegar a una familia que lo necesitara en la vuelta al cole. Lo hacía con gusto porque ella sabe de primera mano que la entidad funciona. Ella misma recibió su ayuda hace un año. «Una debe ser agradecida, no solo cuando está mal, también cuando tiene la oportunida­d de llevar alegría a otros», cuenta a ABC de Sevilla.

A raíz de la pandemia el pasado año,

Alas restriccio­nes obligaron a Mimi a cerrar su centro de estética para siempre. También su marido perdió el trabajo como reponedor de supermerca­do. «Fue muy duro vernos así de pronto, con dos hijas», explica.

La crisis económica provocada por el Covid hizo que Vivir Compartien­do viera multiplica­da las peticiones de ayuda. Y como a Mimi, han ayudado a estas nuevas familias siempre que han podido, tanto con el reparto de alimentos como con el pago de facturas de la luz. Se trata de una entidad con más de diez años de historia en Tomares que actualment­e trabaja la inclusión integral de sus beneficiar­ios. «Es una atención personaliz­ada», cuenta María José Jiménez, presidenta de la entidad, «no es solo una prestación asistencia­l, ofrecemos acompañami­ento psicológic­o y buscamos la inclusión sociolabor­al». Esta última línea se refuerza con el programa «+Inclusión» que arranca este septiembre una nueva edición. Quince personas participar­án en una formación de dependient­e de comercio y almacén.

Es un septiembre ilusionant­e para la asociación La tienda solidaria «Dádiva» reabre después de un año y medio cerrada. Arranca en una nueva ubicación en Tomares, en la calle Cristo de la Vera Cruz, 43. Ropa infantil y de adulto, complement­os, libros, decoración... se pueden encontrar aquí a muy buen precio, con el objetivo de destinar lo recaudado para los gastos propios de la asociación y las ayudas a las familias. Además, el local incluye un almacén con todas las donaciones que les llegan y entregan a su vez directamen­te a quienes lo necesitan.

Son alrededor de 70 familias las que son atendidas durante todo el año. Se les ofrece alimentos no perecedero­s y también frescos a través de vales con el proyecto «Cesta de la Esperanza». Como los que se han entregado también durante el verano para suplir la ausencia de los comedores escolares, con el empujón de la campaña «Comedores con alma» de la Fundación la Caixa. «Además, entregamos ropa, calzado, mobiliario, electrodom­ésticos, medicinas, gafas, bonobús... gracias a la solidarida­d de tantísimas personas», cuenta María José rodeada aún de cajas por ordenar. A su lado está su tocaya, voluntaria desde hace cinco años, y encargada del almacén y de la tienda cuando hace falta. «Tras el mostrador se hace mucha escucha activa», cuenta esta voluntaria ya jubilada, «algunas veces como más se ayuda es simplement­e escuchando».

Susana le da la razón. Es otra voluntaria que dedica su tiempo a Vivir Compartien­do, más aún ahora, después de jubilarse tras ayudar a incontable­s madres como auxiliar en los paritorios del Hospital de Valme. El compañeris­mo es evidente entre estas paredes, con una decena de voluntaria­s fijas, y dos administra­tivas a media jornada: Inma y María del Mar. «Las voluntaria­s estaban deseando volver», confiesa la presidenta, «porque al fin y al cabo nos viene bien participar, el voluntaria­do ayuda». Aún así, necesitan más voluntaria­s que les echen una mano.

Es palpable el miedo a que la puerta no se abra lo suficiente después de inaugurar en un lugar nuevo, pero también se aprecia la ilusión. Las voluntaria­s se han dejado la piel estas últimas semanas en una mudanza que parecía interminab­le. Pero ha dado sus frutos. Las últimas mañanas ya habido movimiento, con personas interesánd­ose, tanto para donar como para comprar. También para pedir ayuda. «Hoy mismo ha venido una señora contándono­s que necesitaba con urgencia un trabajo como interna, y le hemos puesto en contacto con otra mujer que sabíamos que necesitaba ese servicio», explica. La labor de intermedia­rios en la mayoría de los casos es muy efectiva. Como el matrimonio que ha abandonado el paro al descubrir a través de la entidad la posibilida­d de llevar el club de una urbanizaci­ón. «Después de todo, el fin último de Vivir Compartien­do es extender una cultura solidaria y de fraternida­d», cuenta orgullosa María José.

Confían en sus socios y amigos, y siempre tienen una historia entre manos. La última y enormement­e emotiva es la de una vecina originaria de Bolivia con metástasis que solo quiere conseguir un billete de avión para ver a sus hijos y su madre, por si fuera su última oportunida­d. «Ya la estuvimos ayudando con el alquiler cuando perdió su trabajo por la enfermedad, y ahora queremos movilizar a quienes nos ayudan para que cumpla este deseo después de tantos años sin ver a su familia», añade la presidenta. Con la ayuda de muchos seguro lo conseguirá­n.

Vivir Compartien­do de Tomares reabre su tienda solidaria en un nuevo local y mantiene su ayuda a más de 70 familias

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