ABC (Sevilla)

Milagro de San Miguel

- ANTONIO BURGOS

Sevilla ha encontrado a su torero y lo ha entronizad­o en la que era sede vacante desde la retirada de Curro

Adiferenci­a de Córdoba, Sevilla no es ciudad de ángeles ni de arcángeles, y no le rendimos culto a ninguno en especial, como allí con San Rafael. Y eso que hasta tenemos una Virgen de los Ángeles en la hermandad de Los Negritos, y frente a su capilla el monumento a Antonio Machín, cuya familia llegó a Sevilla para el Pabellón de Cuba de la Exposición Iberoameri­cana y que está en el bronce con sus dos maracas, cantando a los angelitos negros. Y hasta tenemos la iglesia del Santo Ángel, a la que tradiciona­lmente en Sevilla se le quitó la santidad: «Mi madre va a misa al Ángel». En Sevilla al ángel se le toma no como a algo celestial, sino como unidad de medida de la gracia, de la armonía: «Escribe como los ángeles, pinta como los ángeles». O, lo que nos mueve este artículo, «torea como los ángeles». El ángel es también la vara de plata para medir la gracia. Se dice de una persona que «tiene ángel» cuando derrocha ingenio y humor con sus golpes. Es distinto a ser gracioso, que hasta tiene una acepción peyorativa: «Ese es un gracioso, no te fíes de él». Y lo contrario del ángel, aforado con la misma medida, es

Fe de ratas el «malaje», que es lo desagradab­le, lo chocante.

Los ángeles, pues, tienen en Sevilla el santo de espaldas. Y eso que uno de ellos, San Miguel, tiene dos cosas importantí­simas, pero olvidadas: toda una puerta en la Catedral y una Feria. La puerta de la Catedral casi no sabe la gente cuál es, y de hecho se la nombra, como es clásico, por algo relacionad­o con la Semana Santa. La puerta de San Miguel es «por donde entran las cofradías», recorrida la carrera oficial. Por lo que fue un lío aquel año de la carrera oficial al revés, del Santo Martes, porque la puerta «por donde entran las cofradías» era por donde las hermandade­s de penitencia salían hacia La Campana. Un lío. En cuanto a la Feria que San Miguel, era la ganadera con la que, antes de Zafra, se despedía la temporada de tratos y compravent­a. Tampoco ha corrido mejor suerte. Ha quedado como una reliquia. Nadie se acuerda de ella, si no fuera por las dos o tres corridas de toros que siguen dándose en la plaza, cerrando tradiciona­lmente el abono y la temporada.

Pero este año San Miguel se ha desquitado. Por culpa de la pandemia, y «echando la pata alante» económicam­ente, con toda valentía empresaria­l y riesgo, don Ramón Valencia ha organizado una Feria trasunto de la de Abril, con los carteles que quedaron colgados por el confinamie­nto y las restriccio­nes a causa del virus. Espero y deseo que su arriesgada aventura le haya salido bien económicam­ente. Porque artísticam­ente no ha podido ir mejor. Como un milagro del olvidado San Miguel, Sevilla ha encontrado a su torero y lo ha entronizad­o en la que era sede vacante desde la retirada de Curro Romero en La Algaba. No lo ha hallado en abril y en Feria, sino en estos carteles que parecían imposibles de la vuelta de la afición al Arenal. Trabajito y años ha costado encontrar a ese torero. Debe de ser, ya digo, un milagro de San Miguel en la ciudad que tan poca cuenta les echa a los ángeles.

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