Entramos en tromba
bellón Hassan II de la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo.
El congreso, según ya avanzó ABC, aspira a arrojar nueva luz sobre la vida y trayectoria artística de Antonio Ruiz Soler. Para ello, un comité científico seleccionará entre las ponencias y comunicaciones recibidas desde el pasado marzo.
Figuras de la danza
Además, el cónclave reunirá en varias mesas redondas a algunas figuras de la danza española que se formaron o bailaron en la compañía de Antonio, como Carmen Rojas, José Antonio, Maribel Gallardo, Currillo, Juan Mata, José Antonio y Ana González, entre otros muchos. A ellos se suman discípulos estéticos del maestro como los bailarines sevillanos María Rosa, Antonio Márquez y Francisco Velasco, entre otros.
Finalmente, la Filmoteca de Andalucía revisará también la figura de Antonio con un ciclo de seis películas en Granada, Almería y, próximamente, en Sevilla. Entre ellas, destacan títulos como ‘Duende y misterio del flamenco’, de Edgar Neville; y ‘Luna de Miel’, de Michael Powell.
«Sus incursiones en el cine no solo impulsaron internacionalmente a Antonio, sino que ayudó a que el arte flamenco fuese más y mejor conocido en todo el mundo», indicó la consejera, quien añadió que estos actos son también una antesala de dos próximas efemérides.
La más próxima es la conmemoración el 16 de noviembre del Día del Flamenco, fecha en la que la Unesco declaró este arte Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, a la que seguirá la celebración el próximo año del centenario del mítico concurso de cante jondo de Granada de 1922.
Intérpretes (primer reparto): Ermonela Jaho, Jorge de León, Damián del Castillo, Gemma ComaAlabert, Moisés Marín, Pablo López Martín, José Manuel Díaz, Diana Larios. Coro de la AA del Teatro de la Maestranza. ROSS. Director de escena: Joan Anton Rechi. Escenografía: Alfons Flores. Coproducción del Festival Castillo de Perelada y la Deutsche Oper am Rhein de Düsseldorf y Duisburgo. Lugar:
Teatro de la Maestranza. 03/10/2021.
No recordamos el inicio de una temporada en el Maestranza que comenzara directamente con una ópera, que además coincidía con la primera función en la que se suprimía por completo la distancia de seguridad (no así las mascarillas). Así que era un placer volver a ver nuestro coliseo a rebosar de gente, sin un asiento libre, y con una gran expectación ante esta nueva producción de la ‘Butterfly’ pucciniana. Otro hecho reseñable de la velada fue la ‘espantá’ del protagonista masculino, Amadi Lagha, de especial gravedad, ya que cantó el ensayo general y se marchó: en 24 horas Jorge de León tuvo que asumir el papel de Pinkerton, por lo que agradecemos su valentía y el haber salvado las representaciones.
La producción se sitúa en torno a la II Guerra Mundial, buscando que el estallido de la bomba atómica en Nagasaki (ubicación original de la obra) coincida con la completa destrucción del corazón de la geisha. Aparte de que puede resultar algo forzado y desmedido, deberían saber los directores de escena que en una historia ya de por sí triste y truculenta, añadir aún más desolación solo puede producir en el espectador un cierto distanciamiento emocional.
No era de extrañar que al situar a una mujer de la belleza, gentileza y distinción de la Butterfly entre cascotes y pedruscos, en un escenario postnuclear, ella quisiera quitarse la vida, sin necesidad de que Pinkerton la abandonara siquiera. Y si no lo hizo acaso fuera por la bellísima iluminación, por la gama infinita de suaves coloridos, manteniendo en todo momento unos tonos de poética apostura, de esa sutileza prístina que anidaba en el corazón de la protagonista.
Porque alguien tenía que hacerlo, y ese no fue Guingal. El maestro francés, de dirección asilvestrada, ‘atómica’, irreverente con las voces, ya comenzó detonando el conocido tema de inicio, ese maravilloso pasaje en el que la melodía va fugándose desde la cuerda aguda a la grave, a donde ya llegó herida y maltrecha, luchando a la vez con los contrapuntos que la van rodeando, en una deflagración continua. Como él iba a lo suyo, los cantantes se desgañitaron para hacerse oír -y no todos se recuperaron del todo-, y a veces parecía que hacían playback. Pero es que a cambio no nos ofrecía el lado más sinfónico de Puccini, sino que evidenciaba a una orquesta que parecía no haber ensayado, sin ajustes ni dirección.
En este punto, los cantantes se vieron muy mediatizados por su labor. El tenor canario es bien conocido en este teatro, donde siempre ha dejado buen sabor de boca. La premura de su presencia, no dejó atrás la potencia de un registro que se erige poderoso siempre que se necesita, con alguna heterogeneidad en él, dependiendo siempre de los requerimientos de los complejos pentagramas de Puccini.
Se dice que hacen falta tres voces para Butterfly, una para cada acto. Aquí nos quedaríamos desde luego con la primera, la de la quinceañera que sueña con su primer amor, de una delicadeza extrema, de una sensibilidad y línea de canto extática. En esos tres años de espera, su canto ha de volverse primero más lírico y después tremendamente dramático; y aquí su talón de Aquiles, sus limitados graves, que la circunscriben a una expresión más restringida de ese dolor infligido por Pinkerton, y a veces de una cierta ‘corporeidad’ en las zonas medias. Con todo, destacan, además de unos agudos seguros, bien emitidos, y unos filados que controló con un matiz infinito, su entrega y apasionamiento nada fingido, lo que le valió el gran aplauso de la noche.
A su lado, la Suzuki de Coma-Alabert estuvo también correctamente planteada, oportuna y entregada, sobresaliendo en el maravilloso dúo de las flores. El jiennense Damián del Castillo, otra de las víctimas de Guingal, mostró un registro firme y seguro. Nos sorprendió el granadino Moisés Marín (Goro) porque se inició muy templado, pero apenas se empezó el bombardeo desde el foso fue quien más pronto se activó, y no esperó. Quien no tuvo tiempo para calentar fue López Martín (Bonzo), que ha de salir y marcharse colérico, y creemos que cumplió debidamente, al igual que Díaz (Yamamori) y Larios (Kate).
La entrega y el apasionamiento nada fingido de Ermonela Jaho le valieron el gran aplauso de la noche