ABC (Sevilla)

«YO YA SÉ LO QUE NO LES GUSTA DE LA CONSTITUCI­ÓN, PERO NO LO QUE LES GUSTA»

«TIENEN TODO EL DERECHO DE CRITICAR LA TRANSICIÓN, PERO NO LA RAZÓN»

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más positivo y conformar una base de respeto institucio­nal».

El principal problema para él está actualment­e en el frentismo: «Para convivir que no me diga nadie que no hemos de pactar. Eso hay que hacerlo hasta en la comunidad de vecinos para decidir a qué hora se saca la basura. Si esto se olvida, se pone en riesgo las esencias democrátic­as.El que no quiera ver la transforma­ción espectacul­ar de España, que se lo mire. Lógicament­e hay que querer siempre más, pero este querer más necesita reconocer que ya hemos hecho mucho, no que no hemos hecho nada. Los pactos siempre han sido propios de los valientes, no de los cobardes».

Pero el pacto también necesita roces. Salieron a relucir en el asunto de Cataluña. Guerra dio primero: «No hay un embrollo catalán, hay un embrollo del nacionalis­mo catalán. Cataluña no ha creado un problema, es un grupo nacionalis­ta el que lo ha creado». Roca fue más sutil, pero muy elocuente: «Hay problemas como este que a mí me pueden afectar más porque para mí tienen una amarga sensación. Después de lo que hicimos y de lo que conseguimo­s, esta situación me amarga. Lo que se consiguió es mucho. Lo que España hizo con la descentral­ización del poder territoria­l es inconcebib­le. Nuestro modelo era Alemania, pero la federaliza­ción de Alemania la hicieron los tanques americanos y aquí la hicimos nosotros solos. Yo quiero que esto permanezca y avance. Quizás lo más que puedo hacer es callarme, lo cual no deja de generarme una cierta tristeza». Guerra mostró entonces su versión más directa: «Pero Miquel, el término diálogo lo están utilizando como si fuera la panacea. Dialogar no sirve para nada, hay que pactar y eso en las posiciones de cada uno lo veo imposible porque hay una parte que está rompiendo la base de la unidad. Yo no tengo mucha esperanza». El debate se encendió.

–De entrada no está mal decir ‘te invito a un café’ y normalment­e estas cosas empiezan a tomar cuerpo en los postres -expuso el catalán.

–Claro, hombre, la primera vez que entré en el Congreso, por el pasillo vi a Fraga, que yo lo conocía por el Nodo, y pensé que nos íbamos a tirar al cuello, pero nos dimos los buenos días bromeó el sevillano.

–Por eso, Alfonso, lo más difícil es dejarlo de intentar. Hay que intentarlo y hay que forzarlo.

–Pero no podrás negarme, Miquel, que con un payaso recorriend­o los países es muy difícil

–Ya sabes que yo esto no lo puedo decir.

–Si yo sé que estamos de acuerdo, hombre.

–Bueno, Alfonso, pero hay que intentarlo. Tenemos un momento muy complicado en España desde todos los puntos de vista y hemos de hacer todos un esfuerzo. Hay que mitigar porque si no, sólo se vive del insulto, de la descalific­ación. Es más cómodo insultar que decir algo.

–Eso está pasando ahora en en el Congreso, querido Miquel.

La conversaci­ón derivó al bloqueo del Consejo General del Poder Judicial, asunto en el que ambos emiten una sola frase, «hay que aplicar la ley», y en la falta de categoría de la clase política contemporá­nea. «No han leído nada», se lamentó Guerra. De fondo, sobre ese sofá, subyace un viejo entendimie­nto que viene del Sur de Francia. De Suresnes a Burdeos, donde nació el catalán. Ellos buscaron un país habitable. Los políticos actuales, mucho más inconsiste­ntes, buscan cielos perfectos. Saben menos pero quieren más. Quizás porque una cosa es consecuenc­ia de la otra.

–El populismo es carísimo e ineficaz–, musita Roca.

–Lo malo es que el PSOE y el PP miman el populismo, lo blanquean, cuando lo que tendrían que hacer es pactar–, resuelve Guerra.

La sombra del camarero de la pajarita de aquella taberna del 78 se proyecta en la memoria mientras ambos siguen discutiend­o.

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VIEJOS CONOCIDOS DE UN TIEMPO DISTINTO
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