Carlos Herrera le pone voz a la luz de la Semana Santa
El periodista pone en pie al teatro en el centenario de la Candelaria
«Yo nací un 26 de junio de 1921. No sé si era un sol abrasador, pero les aseguro que frío no hizo». Así, en primera persona del singular, Carlos Herrera le puso voz a la hermandad a la que pregona desde las ondas, la que ha llevado ante todo un presidente de los Estados Unidos o de un Papa que vino del fin del mundo. El periodista sublimó los cien años de vida de esta cofradía popular que nació al amparo de los corrales de vecinos de la vieja judería. Fue una crónica locutada, la dicción más rotunda y reconocible que llevó a la Candelaria desde 1921 al presente a través de sus avatares históricos y sus personajes destacados.
Al comienzo ofreció la definición más certera de lo que es una hermandad: «Cuando me han preguntado qué soy… soy algo que trasciende generaciones, que une a cientos de gentes, soy lo que fuisteis y los que vendréis». Y comenzaron los versos, que siempre, en cada pasaje, apuntaban un «a la Gloria Candelarios».
Herrera ofreció una segunda edición de su pregón de la Semana Santa 20 años después, tan actual que sonaba a nuevo. Y lo hizo ante un auditorio completo, en presencia de las máximas autoridades: el arzobispo (al que le dijo que debutaba en los pregones… «no le queda ná») el presidente de la Junta, el Futer, el presidente del Consejo, el hermano mayor y el delegado de Fiestas Mayores, que lo presentó aludiendo a la ansiada normalidad que en este acto ya se evidenció.
El pregonero del Centenario recordó «el tiempo en que nací», como si hablara la hermandad, un año en el que había acabado la gripe española, que fue asesinado Eduardo Dato, cuando nació Felipe de Edimburgo o el Partido Comunista, el año que se llevaron al Cid a Burgos… los felices años 20. En ese contexto un hombre llamado José Ruiz Escamilla
creó junto a un grupo de vecinos de la collación esta hermandad siempre vinculada a la Alfalfa, «la plaza que llevaba el nombre entonces de Mendizábal… el del mangazo de la desamortización».
Hizo un repaso por los comercios históricos este centro social de la Sevilla costumbrista, y recreó el nacimiento de la Virgen de la Candelaria en 1924, cuando Galiano tomó de modelo a Marcelina, la hija de los dueños del establecimiento ‘La alegría de San Nicolás’.
Siguió con una crónica del Martes Santo en la Judería y la Alfalfa, «la misma partitura de cada año» y bromeó con la cantidad de años en los que se ha quedado sin salir la cofradía en el siglo XXI ya fuera por el agua o por la pandemia: «7 de 21». Las dos semanas santas del Covid y la melancolía repasando las horas del Martes Santo en la línea temporal del recorrido de la Candelaria fueron emotivas. De ahí al decreto de Palacio que ha abierto la puerta a la procesión de la Virgen en diciembre. «…Y decirte a voz con un grito: qué ganitas hay de ti, Sevilla».
El humor se dio cita con su habitual ironía provocadora. El arzobispo se ponía colorado de reírse y a veces no entendía ciertos términos que corría a aclararle Juanma Moreno al oído. «No voy a entrar en si el palio es azul o verde», decía Herrera en alusión a la clásica discusión que tiene la ciudad sobre el color del palio de la Candelaria. El presidente de la Junta anduvo al quite.
Recordó a Perico Chicote, a Ramón Ybarra o a Gregorio Conejo y a otros tantos hermanos que han levantado a esta hermandad en los últimos cien año. Y llegó el momento de la Madre. Herrera le dedicó unos versos con una enorme carga de profundidad a la Virgen, «la Reina del Martes Santo», y a la mujer que le dio la vida. Por eso al final, le puso nombres: «Candelaria… y Blanca».
Herrera ofreció una segunda edición de su pregón 20 años después, tan actual que sonaba a nuevo