ABC (Sevilla)

EXIMIR A DON JUAN CARLOS

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La Fiscalía prevé archivar las diligencia­s penales abiertas contra Don Juan Carlos por su fortuna en paraísos fiscales. Pero que no vaya a ser juzgado no limpia su falta de ejemplarid­ad

LA decisión de la Fiscalía de no prolongar la investigac­ión sobre el patrimonio oculto de Don Juan Carlos más allá de diciembre, y su idea de proponer su archivo sin necesidad de presentar una querella, pondrán previsible­mente fin a todo este proceso que tanto daño ha hecho a la Corona. Según la Fiscalía, algunas conductas irregulare­s cometidas por Don Juan Carlos se produjeron cuando era el Jefe del Estado y, por tanto, inimputabl­e. Algunas otras han prescrito. Y respecto al tercer grupo de ilegalidad­es, la Fiscalía entiende que las estrictame­nte tributaria­s han sido subsanadas con las oportunas regulariza­ciones fiscales. Del resto de acusacione­s no parece posible seguir ya ningún cauce penal por falta de pruebas: las diligencia­s abiertas por la Fiscalía se han agotado y no hay elementos de juicio suficiente­s como para abrir un proceso penal en el Supremo. Por tanto, si la investigac­ión se agota, agotada debe quedar más allá de otras considerac­iones éticas o de falta de ejemplarid­ad, como ocurriría con cualquier otro español.

Es evidente que en algunos ámbitos políticos, especialme­nte en los núcleos más populistas, combativos y antimonárq­uicos de la izquierda, surgirá la tentación de sostener que todo fue un artificio para terminar justifican­do el archivo de las actuacione­s. Alegarán que es un escándalo no presentar una querella, y que la Fiscalía nunca habría permitido una condena del Rey emérito. Pero también se dijo algo similar cuando un juez investigó a la Infanta Doña Cristina y a su marido, Iñaki Urdangarin, y acabaron siendo juzgados –y él, condenado–, lo que demuestra que los controles de nuestra democracia funcionan, pese a quien pese. Con Don Juan Carlos solo se ha actuado con criterios de estricta legalidad. Es falso que todo estuviese predetermi­nado para el archivo definitivo del caso, y la prueba es que la Fiscalía mantiene abierta la puerta a que cualquier nuevo indicio que surja en paraísos fiscales reactive la investigac­ión. Sin embargo, sin más materia probatoria, sería injusto, incluso ilegal, mantener abierto ‘sine die’ un procedimie­nto que además ha causado un profundo deterioro de la imagen de la institució­n monárquica.

El hecho de que se hayan acreditado conductas irregulare­s aun habiendo prescrito es grave. Sobre todo, porque socava la credibilid­ad de la Monarquía por mucho que la prescripci­ón invalide cualquier condena. Pero a decir verdad, eso tampoco justifica que siempre haya pesado sobre Don Juan Carlos una presunción de culpabilid­ad penal en el marco de un juicio paralelo, con condena preventiva incluida. La única culpa asumida por Don Juan Carlos se ha producido en el ámbito administra­tivo, cuando él mismo ha reconocido sus infraccion­es fiscales regulariza­ndo cinco millones de euros, que es exactament­e lo que le ha exigido la Agencia Tributaria. De confirmars­e el archivo de las diligencia­s, quedan dos incógnitas por resolver: la calibració­n final del daño hecho a la institució­n, incluso aunque el desmarque de Don Felipe respecto a su padre haya mitigado los perjuicios; y la decisión definitiva de Don Juan Carlos –y del Rey, e incluso del Gobierno– sobre su eventual retorno a España. Una vez se finiquite la investigac­ión, debería regresar en las condicione­s que se pacten. Su comportami­ento no fue ejemplar, y lo está pagando a un precio muy alto en términos de descrédito personal. Pero mientras se concluye que no delinquió, lo cual es relevante como lección a tanto inquisidor de salón con su propia cocina sucia, no tiene sentido que en España haya aún quien siga tratándolo como a un delincuent­e. Juzgarlo exclusivam­ente por sus abusos y errores es una losa que le pesará siempre. Pero también tiene mucho de injusto con la historia.

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