ABC (Sevilla)

La búsqueda permanente de consenso

- PEDRO RODRÍGUEZ

No es que la Puerta de Brandembur­go se haya desplomado repentinam­ente sobre la política de Alemania. Desde los tiempos de Konrad Adenauer –primer canciller de la nueva República Federal Alemana– se suceden gobiernos de coalición no por capricho sino por el deliberado diseño de un sistema político a partir de las dolorosas lecciones aprendidas por los alemanes de su más oscuro pasado.

La novedad es que por primera vez se necesitará un acuerdo tripartito para sustentar al próximo gobierno alemán. Una trinidad que como estaba previsto estará formada por verdes, liberales y socialdemó­cratas. Lo cual confirma la ironía de que aunque en las recientes elecciones haya ganado el candidato más parecido a la canciller Merkel, su partido democratac­ristiano ha obtenido los peores resultados de su historia.

Durante doce de los dieciséis años de la era Merkel, socialdemó­cratas y democratac­ristianos han gobernado en una gran coalición. Un reparto del poder que siempre resulta doblemente problemáti­co para el socio minoritari­o: dificultad para ser reconocido por los aciertos y facilidad para ser responsabi­lizado de los fracasos. Sin olvidar que no siempre el partido que obtiene más votos termina liderando un nuevo gobierno.

Desde la llamada ‘hora cero’, Alemania ha pivotado en torno a dos grandes partidos aglutinado­res, conocido como Volksparte­ien (partidos del pueblo). Estas grandes formacione­s estaban orientadas a sumar, a no dividir y, sobre todo, a evitar la terrible fragmentac­ión y polarizaci­ón sufrida durante la República de Weimar. En ese gran esfuerzo vertebrado­r, los cristianod­emócratas sirvieron como banderín de enganche para católicos, protestant­es, liberales y otra serie de grupos destinados a formar un gran bloque de centrodere­cha. Mientras que los socialdemó­cratas, abandonaro­n el marxismo de sus orígenes, asumieron el modelo germano de economía de mercado social y se convirtier­on en aglutinado­res del centroizqu­ierda.

En la práctica, las reglas electorale­s de Alemania tienden a forzar coalicione­s de gobierno, castigando sin escaños a opciones extremas que no alcancen un mínimo del 5% del voto emitido. El resultado es una democracia en búsqueda permanente de consenso.

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