ABC (Sevilla)

El bien común

- JAVIER MACÍAS

L AConsejo de Cofradías se le cruje cada año por la incapacida­d de poner de acuerdo a los hermanos mayores para arreglar los puntos conflictiv­os y los eternos retrasos. También se le achaca el inmovilism­o para afrontar la reforma de la Carrera Oficial, cuestión que resurge cada año por estas fechas como un mantra irresolubl­e sin que se llegue a consenso alguno. En la Semana Santa actual, y más en ésta que se avecina tras dos años de pandemia, hay varias evidencias científica­s que no tienen discusión: hay demasiadas sillas en Sierpes, hasta tal punto que no cumple con la seguridad mínima exigible; y las cofradías más grandes cada vez crecen más y el tiempo-espacio son finitos. Esto último lleva a otro gran problema al que ninguno de los actores le pone raciocinio, y son los cruces que han generado serios problemas de orden público.

La tradición y el escenario histórico nunca pueden estar por delante del bien común. Por eso, el Ayuntamien­to no puede inhibirse en la causa, como tampoco puede hacerlo el Arzobispad­o. Éste último, de hecho, aplicó en los años 70 el canon que apela a la ‘salus animorum’ (salvación de las almas) para ratificar el orden actual de la Madrugada, porque interesaba al bien general por encima del particular. Por eso, claro que el arzobispo puede sugerir la rotación de nazarenos, sin tabúes que valgan, si con ello se consigue una solución adecuada. A veces tiene que venir alguien de fuera para abrir la mente. Ese comentario, al que no hay que darle carta de formalidad, sí debe invitar a una reflexión sobre la autorregul­ación de las cofradías como el camino a seguir. Pero, primero, hay que pensar en lo prioritari­o: ¿quiénes van en estación de penitencia? No se entendería una limitación de nazarenos si se permite que haya bandas con 200 músicos.

Quizá la clave la haya encontrado la que es Madre y Maestra por algo. El Silencio obliga a los hermanos postulante­s para jurar las reglas a pasar una especie de noviciado durante un año, en el que se les invita a acudir a los cultos y otros actos para que muestren interés y conozcan profundame­nte la vida de hermandad. Si a eso, como ya hacen otras cofradías, se le suma la obligación de estar varios años en la reserva antes de poder salir, el número de personas que sacarían la papeleta de sitio se reduciría considerab­lemente porque, sobre todo en aquellas que más crecen, una buena parte de los que se apuntan lo hacen para revestirse de nazarenos desde el primer año. La calidad y la fidelidad por encima de la cantidad. Que sea por el bien común.

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