Réquiem por un maestro
John Elliott (1930-2022) Maestro de maestros, se consideraba discípulo de D. Antonio Domínguez Ortiz algo que se hacía evidente en su forma de concebir la Historia y en la manera de transmitirla
EL tiempo pasaba por su lado sin tocarlo. Alto, delgado, elegante, con cara de joven bueno, agradable y acogedor. Profundo y serio pero cercano y siempre amigable. Lo vi por última vez, poco antes de la pandemia, en Madrid adonde iba con frecuencia al Patronato del Museo del Prado y, en ocasiones, pasaba por la Real Academia de la Historia. Un año antes tuve ocasión de estar con él en Oxford, donde pasamos un día en su bella y entrañable casa en la que se podía admirar un mestizaje entre lo típicamente inglés y lo puramente hispano: en la misma entrada un magnífico cuadro anónimo de la Alameda sevillana en el siglo XVII. Con su esposa Oonah eran los anfitriones perfectos.
Conocí a John Elliott una mañana en el Archivo General de Indias, cuando vino a buscarme para preguntarme por un cuadro de una colección particular que yo había publicado en un libro y el no conocía: la sitio de Bahía en Brasil por D. Fadrique de Toledo ante el ataque de los holandeses. Estuvimos viéndolo y pudimos conversar durante toda la tarde. Su libro La España Imperial había sido para mí un manual indispensable en mi carrera y El viejo Mundo y el Nuevo, ese pequeño gran libro, me hizo darme cuenta de su gran conocimiento del mundo americano. Algo que en aquellos años no era frecuente que practicaran ni modernistas ni americanistas. Maestro de maestros, se consideraba discípulo de D. Antonio Domínguez Ortiz algo que se hacía evidente en su forma de concebir la Historia y en la manera de transmitirla.
Su obra histórica sobre el siglo XVII y el Conde Duque de Olivares es monumental y conocida por muchos, pero dos libros más recientes lo sacaron de su zona de confort. Me refiero a Imperios del Mundo Atlántico (Taurus, 2006) donde hace un estudio comparado de las dos formas de civilizaciones, y Haciendo Historia (Taurus, 2012), un libro fascinante, mitad histórico mitad biográfico, que fue presentado en la Universidad de Sevilla en una conferencia deslumbrante a la mañana siguiente de haber sido nombrado Doctor Honoris Causa. Tuve ocasión de que me acompañara a la Academia Sevillana de Buenas Letras de la que era Académico de Honor y allí, para el pequeño grupo que estábamos reunidos, ofreció una disertación que todos recordamos con admiración.
Hacía tiempo que no tenía noticias suyas y ahora he sabido que estaba hospitalizado. Su muerte me ha conmovido profundamente. No comprendía como un mito —lo era para mí— podía morir. Y no lo ha hecho. Vivirá siempre en la mente de sus alumnos que serán todos los que lean sus libros. Él solo ha cambiado de dimensión y está junto a Dios descansando para siempre.