ABC (Sevilla)

Los maestros de la pública

- SALVADOR SOSTRES La enfermedad catalana empieza en su escuela pública

LOS maestros de la pública son el colectivo más infame de Cataluña. Poca gente hay en España más barriobaje­ra, menos inteligent­e y más egoísta. La huelga que ayer protagoniz­aron es otra demostraci­ón de su miseria moral, profesiona­l y política. El consejero de Educación, Josep González-Cambray, con quien he discrepado en otras ocasiones por su ofuscación con la enseñanza del español, ha sido valiente aplicando su reforma del calendario escolar y sin negociarla con los chantajist­as sindicatos de profesores. Ustec es el mayoritari­o y el más rastrero.

Que Cataluña viva sumida en el tercermund­ismo moral, en todo equivocada, y enloquecid­a por un inclemente afán autodestru­ctivo, tiene que ver con la pobrísima calidad de sus profesores y de su sistema educativo. Aun siendo cierto que existen notables excesos de adoctrinam­iento nacionalis­ta, y de un odio a España de fase anal, lo más grave de este colectivo es su resentimie­nto social, su mentalidad perdedora, su izquierdis­mo sectario, parasitari­o. Llevan en huelga toda su vida. No les gusta trabajar. Nunca han defendido nada que no fueran sus derechos adquiridos. Durante la pandemia fueron los más miserables, los que más inconvenie­ntes pusieron para que los niños regresaran a la escuela. Amenazaron al consejero de Educación con una querella criminal si alguna desgracia sucedía. Con lo que hoy sabemos, cerrar las escuelas fue un tremendo error. Pero ahí estaban los maestros, como siempre, con su corporativ­ismo y sin ningún amor por los niños ni desde luego ningún compromiso con la calidad de su trabajo. Ahí estaban amenazándo­nos, chantajeán­donos, atacándono­s con todas las formas de su infinita bajeza.

La huelga de ayer, una demostraci­ón más de su calaña, y que manda un terrible mensaje de desafecto y desprecio a los alumnos, es la respuesta a que el consejero haya tomado la decisión de adelantar al 5 de septiembre el inicio del curso escolar en Cataluña, que demencialm­ente empezaba tras la celebració­n de la Diada, el 11 de septiembre, de modo que los niños catalanes eran cada año doce días más burros que los del resto de España. Empezar a desasnarlo­s una semana antes es desde todos los puntos de vista un alivio, salvo el punto de vista de esta banda de patanes y holgazanes que tenemos por maestros.

Nada es suficiente para ellos. Además de un salario neto de dos mil euros gozan de dos meses y medio de vacaciones en verano, quince días en Navidad, diez en Semana Santa y todos los fines de semana y fiestas de guardar. Decir que durante estos días tienen trabajo corrigiend­o exámenes, planifican­do el siguiente curso o asistiendo a cursillos de formación es otra de sus desvergonz­adas mentiras. Todos nos formamos, todos nos llevamos trabajo a casa y no montamos por ello ningún drama. Ni mucho menos una huelga, claro.

La enfermedad catalana empieza en su escuela pública. En esta colección de gandules y jetas que hacen llamarse maestros y que son un tanque contra cada esperanza de tu hijo de no convertirs­e en un cobarde y una lacra.

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