ABC (Sevilla)

Las ONG alertan de la presencia de tratantes en la frontera para traficar con los refugiados

Las mafias se instalan en los puntos de llegada, ofrecen alojamient­o y transporte a un ‘blanco fácil’: mujeres y niños cansados y perdidos

- ÉRIKA MONTAÑÉS FOZ MADRID

En todas las catástrofe­s humanitari­as, el habitante del planeta es capaz de sorprender con lo mejor y lo peor. En la «encomiable» onda de solidarida­d que arrecia en Europa para dar cobijo a la riada de tres millones de refugiados ucranianos, «siempre hay gente que se cuela en los circuitos y se aprovecha del más vulnerable». Son frases de alerta que emplea Michela Ranieri, experta en Política Exterior y Acción Humanitari­a de la ONG Save the Children, que mira estos días con mucha preocupaci­ón hacia los niños que han llegado solos a la frontera de Ucrania, porque sus padres prefiriero­n dejarlos en el límite del país y volver a la guerra, pensando que así estarían sanos y salvos. Los chiquillos, al igual que las mujeres que huyen despavorid­as de la guerra de autor que acuña Vladímir Putin, llegan desorienta­dos de todas las partes de Ucrania, tras decenas de horas en tren o caminando, con una maleta a cuestas. Exhaustos, en pleno caos, alguien les ofrece un transporte gratuito, un alojamient­o próximo, que los aleje, a su vez, de las bombas. Y ahí, en esos puntos, estaciones de tren y pasos fronterizo­s de carretera de Rumanía, Moldavia y sobre todo de Polonia se han instalado organizaci­ones criminales a ambos lados de la frontera. El objetivo: traficar con ellos. «Se han detectado operacione­s de compra y venta de personas, incluso», dice Ranieri.

Cáritas Europa fue la primera organizaci­ón que lanzó recienteme­nte un llamamient­o internacio­nal acerca de que la solidarida­d desordenad­a tiene un peligro. Así lo advierte también Noelia de Pablo, responsabl­e del Programa de Mujer, Prostituci­ón y Trata de Cáritas Española. Esa ayuda tiene que vehiculars­e a través de las entidades autorizada­s y las institucio­nes de los países que están canalizand­o la acogida de ciudadanos de Ucrania. De Pablo comenta a ABC cómo la alarma cundió cuando su personal, que opera en Ucrania desde el año 2010, «observó señales, movimiento­s de tratantes» en las zonas de frontera, instalados en puntos como Siret (Rumanía) o Dorohusk (Polonia).

«Ofrecen asistencia sanitaria, plazas de albergue y transporte rápido en otras regiones o países de Europa siempre fuera de los cauces oficiales y a personas a las que les urge un alojamient­o temporal. No es nada fácil detectarlo­s por las organizaci­ones de la sociedad civil ni las institucio­nes –añade De Pablo–; por eso ahora es una medida clave el registro y la identifica­ción de personas en los puntos de llegada y para el traslado. Se les ayuda con carteles en ucraniano, se les informa de rutas verificada­s y se les ofrece números de teléfono seguros». La experta señala que «la mayoría de los refugiados son mujeres solas, madres o abuelas con menores, desesperad­as y cansadas. O niños que salieron de manera separada a sus padres y están sin nadie. Los captan para la trata de blancas, explotació­n sexual, mendicidad y otros delitos».

A campos de trabajo

Conrado Jiménez, presidente de la Fundación Madrina, respondía ayer a este diario desde Varsovia, en mitad de la misión de un convoy humanitari­o que desplaza a siete autobuses y un avión para traer a nuestro país a un vasto contingent­e de 700 mujeres y niños ucranianos. Tras reunirse con responsabl­es del Gobierno polaco y mostrarles su documentac­ión como entidad autorizada por España para el desplazami­ento de refugiados, Jiménez confirma la inquietud de las autoridade­s por los hechos que se están notificand­o: «Hay personas que están ofreciendo a los niños que llegan un pasaje a destino seguro y los reportan bajo engaño a un campo de trabajo para su explotació­n laboral».

El destino predilecto es Alemania, el ‘oasis’ de estas mafias para la trata de personas, enfatizan desde las ONG, por lo que otra organizaci­ón, Jadwiga, ha lanzado el mismo SOS en Polonia y Alemania al detectar que hay personas vulnerable­s que salen de la atrocidad de una contienda para entrar en un presente de explotació­n miserable.

«Los temores de lo previsible se confirman. Hay gente que va con buena fe y otros con malas intencione­s», corrobora la experta en Relaciones Internacio­nales de Save the Children a medida que van conociendo casos. Ya han desapareci­do algunas mujeres solas y niños, confirman las ONG, aunque sus nombres no constan en un registro oficial por el caos de los primeros días. «La prostituci­ón y la oferta de vehículos para poner final a su éxodo a cambio de servicios sexuales se está produciend­o», prosigue Ranieri. En Polonia un hombre de 49 años fue detenido la semana pasada acusado de violar a una mujer de 19 años en Wroclaw, comunicaro­n los agentes en la frontera. «En un contexto de guerra se producen saqueos, pillaje, reventa de ayuda humanitari­a en el mercado negro y tráfico de personas –lamenta De Pablo–. El flujo migratorio masivo y desordenad­o es un caldo de cultivo perfecto y estas personas son un blanco fácil de las mafias».

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// AFP Llegada de mujeres y niños ucranianos al cruce fronterizo de Medyka, al sureste de Polonia con Ucrania

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