Diébédo Francis Kéré, un Pritzker para África
▶ El arquitecto, nacido en BurkinaFaso, ha sido reconocido por su responsabilidad hacia la comunidad
«Cuando yo era niño iba al colegio y regresaba a Gando para las vacaciones. Cuando terminaban, tenía que ir a despedirme de la comunidad, yendo de una casa a otra. Todas las mujeres me entregaban la última moneda que les quedaba. En mi cultura, eso es un gesto que expresa un sentimiento de cariño profundo. Un día le pregunté a mi madre por qué esas mujeres me querían tanto, y ella me respondió: ‘Están ayudando a pagar tu educación, confiando en que un día prosperes y puedas ayudar a mejorar la calidad de vida de la comunidad’», relataba Diébédo Francis Kéré (ante un conmovido auditorio) durante una conferencia en 2013 para subrayar cómo, al margen del reconocimiento y las oportunidades que le había reportado hasta entonces su trabajo, la razón fundamental por la que estaba llevando a cabo su trabajo era su comunidad. «Espero haber podido demostrar el poder que una comunidad posee y cómo la arquitectura puede ser algo que inspire a toda comunidad para dar forma a su futuro», agregaba.
Ese compromiso y sentido de responsabilidad hacia la comunidad es el valor que el jurado del premio Pritzker ha destacado a la hora de convertir a Kéré en su laureado de este año: «En un mundo en crisis, entre valores y generaciones en transformación, nos recuerda cuál ha sido y continuará siendo sin duda la piedra angular de la práctica arquitectónica: un sentido de comunidad y una cualidad narrativa, algo que él es capaz de evocar con compasión y orgullo. Con ello, brinda un relato en el que la arquitectura puede convertirse en una fuente de felicidad y gozo constantes y duraderos».
El texto de la declaración del jurado del premio se abre este año con toda una serie de preguntas que sintetizan la lógica del cambio de dirección que la arquitectura mediática emprendió ante los signos del inminente colapso del sistema, que finalmente tuvo lugar en 2008. Un cambio suscitado por aparentes motivos éticos, pero del que hay que abrigar la sospecha de que surgiera como reacción conveniente a la crisis económica que estalló entonces y que obligó a rearmar de urgencia al ‘establishment’ arquitectónico, el cual saltó de la noche a la mañana de la exaltación del edificio icónico y el arquitecto-estrella a la reivindicación de la austeridad y el arquitecto que construía para ayudar al progreso de comunidades pobres y desfavorecidas.
La escasez de agua potable, electricidad e infraestructuras de todo tipo condicionan la vida de los habitantes de Burkina Faso, país donde Keré nació en 1965. Incidiendo en ese relato sobre la importancia vital de la comunidad, explica que identifica su primera comprensión de la arquitectura en el sentimiento de reunión y cercanía que despertaba la voz de su abuela narrando historias en una habitación iluminada tan sólo por una pequeña luz. Hijo mayor del jefe de su aldea, pudo ser el primer miembro de su comunidad que fue a estudiar. La falta de ventilación y luz del aula de cemento donde él y un centenar de niños pasaban horas lo afirmó en el propósito de poder edificar mejores escuelas. En 1985 se trasladó a Berlín para aprender carpintería mientras cursaba sus estudios secundarios. Diez años después recibió una beca para asistir a la Technische Universität de esta ciudad, titulándose como arquitecto en 2004. Antes, en 1998, creó una fundación con su nombre para recaudar fondos y reivindicar el derecho infantil a estudiar en un aula adecuada y en 2001 construyó en colaboración con la comunidad de Gando su primer edificio, una escuela primaria.
El amplio reconocimiento obtenido por este proyecto le permitió abrir su estudio en Berlín en 2005, desde donde ha seguido desarrollando otros proyectos en Burkina Faso, además de Kenia, Mozambique y Uganda, distinguidos por ser un trabajo directo con y para la comunidad que redunda en una materialidad profundamente arraigada en el lugar y en un bien comunitario que trasciende el edificio, ya que alientan la generación de oportunidades laborales y orientación profesional.
Su consolidación como una figura de ese nuevo panorama arquitectónico le ha convertido en un arquitecto requerido por un primer mundo necesitado de creerse arraigado en nuevos y mejores valores.