Relojes de arena infinita
La Semana Santa es tan universal que en ella el tiempo parece que no pasa, y si lo hace, camina despacio, como si fueran lágrimas de arena de un reloj de cristal, extendiéndose sin diluirse y creando una especie de hilo invisible que conecta generaciones a través de las décadas e incluso de los siglos. De padres a hijos, que a su vez son padres y así en un círculo vital ad infinitum, la pertenencia a una hermandad se convierte en parte de la vida misma del cofrade. Apellidos, familias y clanes se perpetúan y ayudan a prolongar el culto a su Cristo y a su Virgen, como manifestaba un antiguo cofrade de Sevilla quien, en sus días como miembro de la junta de gobierno y secretario de su hermandad, pudo comprobar con emoción cómo los mismos libros y documentos que firmaba su abuelo 100 años antes los estaba firmando él ahora.
Del ayer al hoy, pasando por ese cuello estrecho del reloj, navegan los jóvenes de nuestras cofradías para quienes, enfrentados a tantos y dispares estímulos, no debe ser fácil descubrir en su interior el sentido espiritual y religioso de la vida.
Y a pesar de esas circunstancias adversas y hostiles que el ahora nos depara, qué importante resulta el confiar y enseñar a esas nuevas generaciones que serán las cofradías del futuro lo que implica ser miembro de una hermandad. Necesitan los recursos y el ejemplo para poder enfrentarse a los problemas e inquietudes que marcarán sociedades distintas a la nuestra, pero siempre con el amor a Dios, a la Iglesia y al hermano como faro y objetivo.
Que se lo digan a Antoñete y a Fernando, que reciben el mejor ejemplo de amor al prójimo de manos de su padre quien, junto a un equipo de voluntarios, se ha echado a la espalda una expedición hasta la frontera con Ucrania para acoger en Sevilla a casi sesenta refugiados. O a los jóvenes de la hermandad del Museo que ayudan desde su corporación, con cerca de 450 años de historia, a calmar la sed de Aguas de varios pueblos africanos.
Así que, si cuatro décadas al lado de una manigueta marcan sin duda a los herederos, también lo hacen la caridad y la ayuda a los más necesitados, como valiosas gotas de arena que llenan de forma inexorable el reloj sin final cierto de la Semana Santa de Sevilla.