Champán y kétchup
VIVIMOS COMO SUIZOS
Los opulentos jugadores del Madrid no han tenido la oportunidad de reírse como Mbappé
MACRON advirtió en agosto de que había llegado el fin de la abundancia. También era el fin de la despreocupación (por Ucrania). El francés venía a ser mi abuela: a vosotros os hace falta una guerra. Falta, falta no nos hacía. También decretó Marcoaurelito del Elíseo el fin de las evidencias. Incluía la democracia y los derechos humanos. Pero ya lo dijo Omar Montes en ABC: «En Qatar los derechos humanos están fatal, así que cuanto menos se hable de ello mejor». No, si hablar han hablado, dando una categoría de tiranía al país musulmán que no se otorgó a Rusia y China en su día (su día de Mundial o Juegos Olímpicos). Y claro que las tiranías son inaceptables, en su pueblo y en el nuestro. Aunque aquí pretendan que el coco es la ultraderecha. Ya recordaba Ayaan Hirsi Ali que la historia no va siempre hacia delante, que «en el caso de las mujeres europeas va hacia atrás». Recuerden al conductor de autobús francés que no dejó subir a una mujer porque llevaba la falda muy corta. Por supuesto, era musulmán. Aquí meto a Filkienkraut, que dice que nunca hemos sido más libres que en Europa Occidental: «Si mañana las cosas cambian, se deberá a la deseuropeización de Europa».
Cuando Diana Vreeland aconsejaba en su columna ‘Why don’t you…?’ lavar el pelo a los niños con champán lo hacía para que mantuvieran el pelo rubio, no por gastar. Igual que en estas páginas Teresa de la Cierva y Marta Barroso recomendaban kétchup cuando el pelo rubio se volvía verde por las piscinas. Lo que pasa es que el kétchup es barato y el champán, caro. Leo que la industria de la moda provoca en un año más emisiones de carbono que todos los vuelos. Pero igual que algunos creen que la ultraderecha va a acabar con los derechos, hay quien cree que el problema de la ropa está en el proceso de producción, cuando en realidad está en el número de puestas. Los expertos de verdad advierten de que la única ropa sostenible es la que no se fabrica. Pierpaolo Piccioli, director creativo de Valentino, es de los que sostienen que deben ofrecer «inclusividad en lugar de exclusividad». Ya sólo faltaba que todos esos paletos que escriben el adjetivo ‘exclusivo’ en lugar de caro, escriban ahora «un abrigo inclusivo». Como la batica de Pedroche. Sólo decir inclusive es peor que inclusivo.
Los jugadores del Madrid no han tenido la oportunidad de reírse como Mbappé cuando le preguntaron por qué no iba en tren en lugar de en avión. El Madrid ha ido a Valladolid en avión. Francia propuso eliminar los vuelos cortos si hay tren y Bruselas dio el visto bueno. La abundancia es la buena educación, la buena sanidad, el buen servicio y el avión privado si no hay más remedio que viajar. Los aeropuertos son el infierno, pero las estaciones y los trenes dejaron de ser lugares agradables allá por ‘Breve encuentro’ (1945), aunque corran más. Papá, ven en tren. Tus muertos.