«La neurocirugía suele destruir y poder construir algo es emocionante»
puntos para unir las arterias que son más finos que un cabello. «Las arterias tiene un diámetro de poco más de un milímetro y les aplicamos unos veinte puntos», cuenta este neurocirujano. La tecnología y la ayuda microscópica es fundamental en esta técnica pero las manos del cirujano son las que deciden los movimientos a sabiendas de que cualquier error puede tener consecuencias fatales. «El problema de cualquier paciente con un aneurisma es que la angustia de pensar que la arteria se puede romper en cualquier momento no le deja vivir. En casos como el de Manuel era imposible cerrar el aneurisma ni tratarlo con cateterismo», dice el neurocirujano, que expone que «la disección de las arterias que se van a unir lleva mucho tiempo» y que «extirpar el aneurisma puede llevar también varias horas, aunque normalmente se criba en su cuello. Estamos hablando de aneurismas muy grandes, casi gigantes».
Es de las primeras operaciones de este tipo que se han hecho en España (también de las más largas) y con la que se atreven pocos neurocirujanos en muy pocos hospitales
Manuel Romero: «Cuando vi la bola que tenía en el cerebro, me puse a llorar. Un médico me dijo que no había nada que hacer y pensé en mis dos niños pequeños»
La guitarra
Manuel Romero cuenta que le prescribieron una aspirina infantil dos días antes de la fecha elegida para su operación y que casi entrando en el quirófano «llegó una anestesista muy joven que me dijo que esto no saldría bien y que me iba a morir. Lo dijo delante de mi madre y de mi mujer, poco antes de dormirme», cuenta Manuel asombrado. Él no murió, aunque la operación duró 24 horas y tardó nueve días en despertarse. Lo hizo en la UCI con algunas dificultades en el habla pero sin problemas en el brazo y recordando todas las notas musicales (toca la guitarra). Poco después, pasó a planta y a los veinte días ya estaba en casa. «Les pedí que me dieran el alta porque me encontraba muy bien y el doctor López me la dio a condición de que fuera todos los días al hospital a revisiones», cuenta.
Así lo hizo durante dos meses hasta que le dieron el alta definitiva. «Me salvaron la vida y no tengo palabras suficientes de agradecimiento para estos dos doctores. Tuve mucha suerte con ellos. Ahora corro todos los días, no tengo prácticamente ninguna limitación, «La última operación que hicimos duró 14 horas y dimos el alta a Marta, la paciente, poco antes de Nochebuena. Las operaciones que se hacen en neurocirugía suelen ser destructivas, casi siempre quitamos algo, y ésta que hacemos es constructiva, crear algo nuevo, algo que no existía en el cuerpo, y es emocionante. Es una gran satisfacción ver la arteria de nuevo funcionando», dicen al alimón los doctores Antonio López y Meza Martínez, que ya han operado a seis pacientes con complejísimos aneurismas cerebrales que no pudieron ser tratados mediante las técnicas endovasculares o quirúrgicas clásicas. En estas intervenciones se han realizado once bypass con éxito (con una permeabilidad del 100% o total). Dos pacientes necesitaron de un triple bypass y uno uno doble (la última, en diciembre), previo al cierre del aneurisma que padecían.
Todos ellos se encuentran de alta en sus domicilios. salvo el tabaco y el alcohol porque estoy tomando aspirina infantil y una pastilla antiepiléptica». Manuel ha dejado de fumar y de tomar cerveza después de los partidos con sus amigos y ahora está esperando a que le hagan otro cateterismo «y que salga sin ninguna bola», dice. Entonces quizá volverá a llorar, esta vez de alegría, junto a su madre, su mujer y sus dos hijos pequeños.