ABC (Sevilla)

Nuevo año electoral

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La revolución de noviembre

A comienzos de noviembre, crecido y confiado, Sánchez decide acelerar. Antes de Navidad quiere quitarse de encima todas las cuestiones políticas polémicas que le exigen sus socios, principalm­ente ERC y Podemos, de manera que el año electoral de 2023 pueda gobernar a base de talonario. Pero el plan no sale bien, y Sánchez revela todas sus debilidade­s: el Gobierno de coalición son dos gobiernos y su dependenci­a de ERC es absoluta. Podemos presiona con las leyes que parten al PSOE por la mitad (trans, bienestar animal, vivienda…) y arremete contra el ministro Marlaska por sus medias verdades sobre la tragedia de Melilla; y ERC consigue no sólo anular la sedición, sino rebajar también las penas de malversaci­ón. La oposición castiga al Gobierno, al que le crecen los enanos: la Ley del ‘solo sí es sí’ propicia un goteo de rebajas de condena a violadores y abusadores sexuales, de manera que en menos de tres meses salen a la calle 17 y son beneficiad­os otros 116. Además, la situación económica obliga al Gobierno a aprobar las rebajas del IVA que el PP ha solicitado reiteradam­ente y que ellos han demonizado. Feijóo se apunta un tanto, en este caso más por los deméritos reiterados del Gobierno. Pero lejos de amilanarse, el Gobierno prepara otra vuelta de tuerca. Feijóo 3 - Sánchez 2.

Los excesos de diciembre

Tal es el estado de excitación en La Moncloa, que Sánchez decide dar un nuevo arreón y propone para el Tribunal Constituci­onal al exministro de Justicia que aprobó los indultos del procés y a una catedrátic­a semidescon­ocida que trabajó en su Gobierno y con importante­s vínculos con la estrategia lingüístic­a del PSC. Este movimiento tiene dos lecturas: la primera es que el presidente tiene mucho interés en controlar el TC que debe revisar muchas de sus leyes, de modo que no vuelva a recibir la humillació­n que para él supuso la inconstitu­cionalidad de sus estados de alarma de la pandemia del Covid (mérito de Vox). Y la segunda es que tiene mucha prisa, por lo que decide saltarse todas las formalidad­es inherentes al sistema democrátic­o. Para Sánchez, el fin justifica los medios y está dispuesto a asumir el coste de que un ministro entre en el TC, como cuando Dolores Delgado pasó de ministra de fiscal general. Pero hay más: tanta es la urgencia que decide reformar la arquitectu­ra institucio­nal del Estado (el TC y el CGPJ) por la puerta de atrás. Con lo que no cuenta el Gobierno es con un movimiento audaz del PP, que decide recurrir al TC, lo que propicia una crisis constituci­onal inédita que involucrab­a al Gobierno, a la oposición, al Congreso, al Senado, al Consejo del Poder Judicial y al Tribunal Constituci­onal. Tras 48 horas de incertidum­bre (¿sería capaz Sánchez de no acatar una decisión del Constituci­onal?), todo desemboca con el TC amparando al PP y con los presidente­s del Congreso y del Senado y el ministro de la Presidenci­a haciendo declaracio­nes institucio­nales a las doce de la noche para patalear… y acatar la resolución. Al menos media España respira aliviada. El Gobierno se ha pasado de frenada, el sistema funciona y el PP se marca un nuevo tanto, también ante Vox y Ciudadanos. Hiperventi­lación en la Moncloa. Feijóo 4 - Sánchez 2.

Alberto Núñez Feijóo no es un marrullero, y si quiere serlo fracasará. No sabe serlo. Pero debe saber con quién se juega los cuartos, y de Pedro Sánchez se dicen muchas cosas, especialme­nte desde el antisanchi­smo, pero desde el punto de vista de la táctica es un líder total: todas las partes en el Gobierno y en el PSOE funcionan como un todo (Fiscalía, CIS, INE, Indra...). La máquina sanchista es un reloj dispuesto a saltarse sus principios, si es que alguna vez los tuvo, con tal de permanecer en el poder. Nada nuevo por otra parte: en su discurso de investidur­a de enero de 2020 Sánchez dedicó más tiempo a atacar a la oposición que a presentar su proyecto de Gobierno. Es la misma táctica que siguió George W. Bush tras el 11-S: guerra total al yihadismo, pero el terreno de juego no será Nueva York, serán Afganistán e Irak. El escenario. Por eso el pasado viernes, en la carta que envió a su militancia, Sánchez se reivindicó atacando al PP, al de Rajoy y al de Feijóo. Matar a la oposición.

Feijóo no sólo se juega hoy ganar las elecciones. También se juega cargarse de razones para el día en que le toque gobernar. El espejo de Rajoy es importante: consiguió una mayoría absoluta importantí­sima, pero en dos meses había perdido la calle. Con enorme deslealtad, los sindicatos le montaron dos huelgas generales en el primer año y ahí empezó la izquierda a preparar su gobierno, fuera el que fuera. Hoy en el discurso de la izquierda se da por descontado que la crisis de 2008 es de Rajoy, como si Zapatero no hubiera tenido nada que ver. Porque a gobernar se empieza mucho antes de ganar las elecciones, y la izquierda lo sabe.

En las manos de Feijóo está atraer a todo el que no quiere que Pedro Sánchez gobierne una legislatur­a más: unos a través del voto decidido, otros a través del voto prestado, otros a través del pacto parlamenta­rio. Son los caminos del antisanchi­smo, y todos pueden confluir si el líder de la oposición no deja de tener un pie anclado en el centro del tablero. Si Feijóo no deja de ser Feijóo.

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