ABC (Sevilla)

Españoles reviven el sistema inmune de bacterias de hace 2.600 millones de años

▶El experiment­o pionero abre nuevas vías en la manipulaci­ón del ADN y en el tratamient­o de patologías genéticas ▶Estos sistemas no solo funcionan en células vivas, sino que son más versátiles que los usados actualment­e

- PATRICIA BIOSCA MADRID

Las bacterias surgieron hace unos 3.500 millones de años. Desde entonces, han perfeccion­ado un mecanismo por el que su ADN guarda trozos de virus con el objetivo de que, si en el futuro vuelven a reinfectar­se, esta defensa literalmen­te corta la infección, eliminándo­la del organismo. Este sistema, bautizado como Crispr (siglas en inglés de «repeticion­es palindrómi­cas cortas agrupadas y regularmen­te espaciadas») por su descubrido­r, el genetista alicantino Francis Mojica, se ha convertido en una técnica revolucion­aria que permite crear modificaci­ones genéticas a la carta: desde trigo apto para celíacos a ovejas que dan mejor lana, incluyendo nuevas terapias experiment­ales que se han convertido en la esperanza de muchos pacientes con enfermedad­es genéticas. Y todo de una forma precisa y, además barata, solo usando el mecanismo refinado durante millones de años por las ‘humildes’ bacterias.

El método es ‘sencillo’: Crispr utiliza unas guías y una proteína (la nucleasa Cas9) para dirigirse a zonas concretas del ADN y cortar. A partir de ahí, de manera natural se pegan los extremos y se inactiva el gen. Es por ello que se ha bautizado como el ‘cortapega genético’. Sin embargo, la mayoría de las bacterias de las que se conoce este mecanismo habitan tan estrechame­nte a nuestro alrededor que estamos inmunizado­s a su sistema, y esas proteínas no funcionan con nosotros. Es por ello que los científico­s llevan tiempo buscando en zonas recónditas, como la Antártida, la cima del Everest o la Fosa de las Marianas, para encontrar especies bacteriana­s mucho más exóticas con las que no hemos tenido contacto y sus proteínas (las nucleasas Cas) funcionen en nosotros. El enfoque del grupo español es totalmente novedoso.

«Nosotros, en lugar de buscar en el espacio, hemos buscado en el tiempo», explica a ABC Lluís Montoliu, investigad­or y vicedirect­or del Centro Nacional de Biotecnolo­gía (CNB-CSIC) y en el Centro de Investigac­ión Biomédica en Red en Enfermedad­es Raras (Ciberer-ISCIII). «Hemos hecho una especie de ‘regreso al futuro’ en busca de nucleasas distintas». Su equipo, junto con el de Rául Pérez-Jiménez, investigad­or del CIC nanoGUNE y el del propio Mojica en la Universida­d de Alicante, junto con otros colaborado­res, son los artífices de este ‘viaje al pasado’, que les ha llevado a resucitar sistemas Crispr de bacterias que vivieron hasta hace 2.600 millones de años. Su trabajo se publicó ayer en la revista ‘Nature Microbiolo­gy’.

La idea nació en la cabeza de los investigad­ores allá por 2018. En vez de desplazars­e a lugares remotos, ¿por qué no viajar a través de la historia del ADN y rescatar antiguas bacterias con diferentes nucleasas? Algo parecido a lo que ocurre cuando se estudian especies extintas a través de las actuales emparentad­as hasta llegar a su ancestro común. No era una tarea sencilla: el primer problema era cómo hacerse con este material genético ancestral: los restos más antiguos encontrado­s hasta la fecha se remontan a hace dos millones de años. «Puede parecer mucho; pero si tienes en cuenta que la Tierra se creó hace 4.500 millones y que hay pruebas de que las primeras bacterias surgieron hace 3.500 millones, hay mucho margen para explorar», señala Montoliu. En ese momento entró en juego el equipo de Pérez-Jiménez, experto en paleoenzim­ología y bioinformá­tica.

La máquina del tiempo

Su trabajo es observar la evolución de las proteínas desde el origen de la vida hasta nuestros días. Realizan reconstruc­ciones ancestrale­s de proteínas y genes de organismos extintos para observar qué cualidades tenían y si se pueden utilizar en aplicacion­es biotecnoló­gicas. En este caso concreto, reunieron 59 especies de bacterias actuales de las que se conoce su sistema Crispr Cas9 y los datos se metieron en un superorden­ador que, después, se encargó de dar marcha atrás en el tiempo para retroceder el sistema inmunitari­o de las bacterias. Como cuando se emparenta el ADN de diferentes especies para

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Desde la izq., Lluís Montoliu, Francis Mojica y Raúl Pérez-Jiménez // LL. MONTOLIU

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