ABC (Sevilla)

Entrar por la Puerta del Príncipe

- ANTONIO BURGOS

EL RECUADRO

Si te ven entrar por la Puerta del Príncipe se creen que eres gente en Sevilla

LA plaza de los toros, que aparece en las fotos aéreas como un legendario ojo de Polifemo o el ombligo de una ciudad enamorada de sí misma, es un espejo de la sociedad de Sevilla. No sólo la Fiesta Nacional es un reflejo de España, como señaló Ortega y Gasset, sino que la plaza del Arenal te devuelve la imagen de una ciudad muy estamental, clasista, cerrada pero con fama de abierta, dividida en muchos sectores y muchos gustos y opiniones. Basta con fijarse en las puertas de la plaza y en el público que entra por ellas. A la plaza se puede entrar por muchas, desde el sol de la calle Adriano a la sombra alta de Circo, desde la de la vieja enfermería a las más cercanas a la calle Iris, esa cuestecita por la que entran los toreros. Todo un símbolo en la ciudad donde tomamos por cuestas apenas inclinacio­nes, como la del Bacalao o la del Rosario. La calle Iris es una cuestecita de la ilusión en el triunfo y la responsabi­lidad de los toreros, de la novelería de los que los esperan para hacerse una foto con ellos o para, inoportuna­mente, pedirles un autógrafo, ¡para dedicatori­as están algunos en esos momentos!

Pero no hay nada socialment­e superior a entrar en los toros por la Puerta del Príncipe. Si el máximo triunfo de las figuras del toreo es salir a hombros por la Puerta del Príncipe, entre arrechucho­nes y gamberros que les arrancan trozos de la chaquetill­a en la angustia de la bulla que les aclama hasta llegar a la furgoneta de cuadrillas en la acera del Paseo Colón, para los figurones de Sevilla el máximo éxito social es entrar por la Puerta del Príncipe. Si por la Puerta del Príncipe entrasen sólo los que pone en su localidad que deben hacerlo por ella, aquello no sería la rebullasca que es desde media hora antes de que empiece la corrida. Si te ven entrar por la Puerta del Príncipe se creen que eres gente en Sevilla, que estás en el taco, que perteneces a la casta de los grandes apellidos o las grandes fortunas. Y no saben que no tienes localidad para entrar por allí, sino un tendido de sol y sombra del 9, pero que como no te mira nadie el boleto, se creen que vas por lo menos al tendido 1, donde los capotes, o que tienes una barrera en el 3, donde el sombrero de ala ancha de don Álvaro Domecq Romero.

¡El pisto que se dan los virtuosos del figuroneo entrando por la Puerta del Príncipe, aunque no sea la suya, sobre todo en tardes de «no hay billetes»! Saben que allí, encima, les puede caber la suerte de que los saquen retratados y salgan al día siguiente en el periódico. Por eso el figurón de Puerta del Príncipe trata de arrimarse a saludar al que sabe que van a retratar, por si cuela que lo publiquen junto a él. Todo este mundo de la simulación pugna por saludar a Pulido, o a Herrero, o a Contreras, a cualquier empresario del «Forbes» sevillano, porque sabe que ahí hay foto y posible aparición en los periódicos al día siguiente, codeándose con lo mejor de Sevilla... con su entradita de sol y sombra en el bolsillo. ¡Y lo que tienen que correr luego por dentro de la plaza para llegar a su alejada localidad antes que salga el primer toro!

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