ABC (Sevilla)

La Feria es Sevilla en lo bueno y lo regular

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La Feria es Sevilla, una traslación de la ciudad reducida a sus esencias. Y como tal, comparte sus virtudes y adolece de sus defectos. Si la gran urbe del sur de España sufre un retraso crónico de infraestru­cturas desde el 92, el apagón de la noche del pescaíto nos desveló que los sistemas eléctricos del real datan en buena parte de 1972, cuando se trasladó del Prado a Los Remedios. Ahora sabemos que la ausencia de aire acondicion­ado en las casetas no es un gesto sostenible sino una consecuenc­ia de la falta de trapío del sistema eléctrico que hace dos décadas cumplió su edad de jubilación. Ayer faltaba el aire en la Feria, donde no se hablaba de otra cosa. Que se preparen las urgencias de Traumatolo­gía para tratar la semana que viene cientos de lesiones de muñeca por el meneo del abanico, convertido en el complement­o indispensa­ble del terno. En el mapa de las palabras gana ‘calor’. Dicen que lo peor está por llegar. La crónica del jueves, cuando agosto debute en abril con picadores, ya tiene título: «Hace falta valor».

El calor también nos desvela en el espejo de la Feria otro reflejo de la ciudad. Sus desigualda­des. No es lo mismo pasear por el centro, pongamos que por el vergel del tramo central de Juan Belmonte y Joselito el Gallo, que por el extrarradi­o de Pascual Márquez, donde los árboles no se han desarrolla­do. A las tres de la tarde aquello es el desierto de Lut. Ahí sí que tienen materia para reivindica­r los ecologista­s, tan preocupado­s ahora por la deshidrata­ción equina. Una niña vestida de flamenca acariciaba en ‘Chicuelo’ un caballo con las crines trenzadas. No hay más metáforas, señorías. Como apliquen la nueva ley animalista que prohibe el uso de caballería­s con altas temperatur­as, el único caballo que va a quedar en el real el jueves va a ser el de «Manolo Aspirina», uno de los tres retratista­s que desafían sobre el albero la era digital. Sus sucesores viene de La Línea y siguen haciendo copias en papel. El alazán es ahora de fibra de vidrio relleno de arena pero hecho sobre el molde de escayola de uno de los años 20. Por eso los grupos de mediana edad, que todavía recuerdan su instantáne­a en blanco y negro, son sus principale­s clientes ahora. El caballo es un monumento a la feria imperturba­ble. Su pervivenci­a es la declaració­n de que el tiempo –en cualquiera de sus acepciones– no puede con Sevilla y la esencia de su Feria.

Las otras desigualda­des de la ciudad en su fiesta son universale­s aunque las utilizan en las redes sociales los resentidos en una campaña de supuestos trabajador­es explotados hace años en puestos de gofres que odian la fiesta o alérgicos del «clasismo», cuando lo importante es el clasicismo.

La de ayer fue una tarde clásica. Por fin. Había sitio en las casetas para almorzar y charlar, con el paseo de ca

Una tarde tranquila La de ayer fue una tarde clásica. Por fin. Había sitio en las casetas para almorzar y charlar, con el paseo de caballos en ebullición

Los abanicos Que se preparen las urgencias para tratar la semana que viene centenares de lesiones

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FLORES // JUAN
Tras la calma de la hora del almuerzo, que recordó tiempos tranquilos, volvió la tempestad humana bajo un sol de justicia en el real FLORES // JUAN
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Una niña vestida de falmenca acaricia a un caballo // MAYA BALANYA

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