ABC (Sevilla)

La Feria sostenible

- POR FÉLIX MACHUCA

s de temer que la Feria es poco o nada sostenible. O, al menos, que su naturaleza huye de serlo. No vemos vocación de sostenibil­idad en su alma de farolillo efímero. Dicen las cuentas o los cuentos, quién lo sabe, que generará un impacto en la ciudad de mil millones de euros y que en una semana aportará un tres por ciento al producto interior bruto de Sevilla. No tocarla. Pararse ahí. Si esto es real, Sevilla debería celebrar una Feria mensualmen­te. Porque habría dado con la cuadratura del círculo mercantil. Divertirse para vivir. Bailar y cantar para existir. Dejamos en la cuneta, arrollado por la economía de rebujito, el ‘menos samba y más trabajar’ de los brasileños. El turismo nos saca de pobres. Desde antes que Pepe el escocés, que era francés y se llamaba Bertrand Olivier Gaston de Bonnechose, según nos cuenta Antonio Romero García en la revista de la caseta El Machacante, se paseara por el Prado disfrazado de

ECarlos de Inglaterra en Balmoral, Sevilla empezó a darse cuenta de que el ocio y el negocio se llevan bien. No como algunas parejas de la Isla de las Tentacione­s, que bajo el edredón disfrutan el calentamie­nto global y fuera del edredón entran en fases de glaciación, como si vivieran en la pescadería de Makro.

La Feria no es sostenible. Ni falta que le hace. Es como es. Y el que se atreve a tocarla, sufre el embate de su karma, asumiendo los rigores de semejante osadía. Está de más proponer una Feria sostenible cuando el equilibrio ideal para disfrutarl­a es el hombro del amigo, que también comparte imposible verticalid­ad con su yunta, cantando ambos en animada exaltación emocional, el vino que tiene Asunción ni es blanco ni es tinto…Porque a esas horas es insostenib­le distinguir los colores. Es insostenib­le porque, accediendo a la trastienda, donde el área reservada para matar gusanillos y abonar el colesterol, la cartera empieza a alarmarse viendo el precio de un rebujito o de un guisote de papas con algo de carne. Hay precios más devastador­es que la columna Wagner.

Pero lo más insostenib­le de una Feria que no quiere ser de otra forma es cuando, día tras día, en el mismo sitio y a la misma hora, se presenta la patrulla canina para saludarte en la caseta. Ahí, en ese justo momento, la cartera no es que se alarme, es que suena más fuerte que el grito de Ferrovial despidiénd­ose del gobierno vía Holanda. Es una experienci­a cercana a la muerte y que te descubre que al final del túnel ni hay luz ni caricias susurrante­s, sino la certeza de que en el tren de las brujas no te dan palos tan gordos. No se puede con tanto. Y en el mismo mes: Ibi, Iva, renta y Juan Luis Guerra cantándote al oído, casi a tu conciencia: el costo de la vida sube otra vez, el peso que baja ya ni se ve…Es así. Somos un agujero insostenib­le en mitad de la tierra y el cielo, como el del ozono, tantos años después de que Lehman Brothers convirtier­a en basura los bonos y los malos y la chaladura de Putin pusiera a precio de caviar una ensaladill­a de palitos de cangrejo. No se rinda. Es insostenib­le. Pero sarna con gusto ¿ a quién le pica?

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain