ABC (Sevilla)

El pasado es un presente muy futuro

- JESÚS SOTO DE PAULA

MOLINETES Y TRINCHERAZ­OS

Escribí esto en su día y me vino a la mente cuando visité tanto el Museo de Bellas Artes de Bilbao como el Guggenheim, donde entre una extensa muestra del llamado arte moderno, tan psicótico como vanguardis­ta, me encontré con un cuadro de de Augustin Ribot. En dicha obra aparece una calabaza, así como ciruelas, cerezas, higos y una jarra blanca. El cuadro de Ribot en su media luz, tan tímida y callada como invisible e insinuante, me resultó mucho más impactante y moderno que toda esa sugestión de malformaci­ones paranoicas e hiperbólic­as por las que con tanto ímpetu apuestan dichos museos con el claro objetivo de provocar sobre la provocació­n de lo absurdo. No me tomen estas palabras como un ataque contra el llamado arte moderno, pero sí como una ventana hacia lo que son las distintas vertientes artísticas, en las cuales vemos que precisamen­te es lo supuestame­nte moderno lo que me parece más caduco.

La Maestranza, de hecho, tiene mucho de museo, de bodega, de iglesia… donde se acoge toda clase de muestras de sentires taurómacos, unos más vanguardis­tas con sus fuegos artificial­es, y otros (los menos) con el halo de aquella pintura viva de Ribot, con esa búsqueda del infinito y su nada. Veo lógico que las generacion­es hayan cambiado, que aquella afición cabal de Sevilla ya no esté, y que los hijos de aquéllos, sencillame­nte hayan visto otras cosas. Con ello vengo a decir que se ha perdido ese pararse sin la medida del reloj ante el verdadero arte, en aras del bullicioso y frenético ímpetu moderno, ése del pega pases por la espalda, del corta-pelúas sin ton ni son, y de la puerta grande sin cerrojo ni llave que la gobierne. El público de hoy quiere triunfalis­mos, desea tener un motivo para seguir bebiendo en la feria y contar con su arenga de la vulgaridad que ha asistido a algo histórico, y a este deseo han sucumbido las mismas presidenci­as, ésas cómplices de la demanda borreguil, la cual a su vez actúa en contra de la verdadera clase y torería de esos pocos diestros injustamen­te tratados. Corren malos tiempos para el arte, aunque mucho me temo que nunca lo fueron, pues el arte siempre fue injustamen­te tratado, o más bien, ha subsistido entre el maltrato sin paliativos de los ciegos y sordos.

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