ABC (Sevilla)

Muere Harry Belafonte, el rey del calipso

▶ El cantante, actor y activista por los derechos civiles falleció a los 96 años

- JAVIER VILLUENDAS MADRID

por prudencia que viajara a Madrid (tendría que haber sido enrollada), pero propusiero­n restaurarl­a ‘in situ’, a lo que se negaron en la catedral.

Fruto de la investigac­ión de Benito Navarrete son las 19 nuevas atribucion­es que se incorporan al corpus del artista. Una de las más destacadas es ‘El vendedor de pescado’, de la

National Gallery de Canadá en Ottawa. Estuvo atribuido a Juan de Pareja e incluso a Velázquez. Debido a que pintó varios bodegones de peces, el pintor era conocido en Italia como ‘el español de los peces’. ‘El general de artillería’ estaba en los almacenes del Prado atribuido a Francisco Rizi. No solo pasa a ser obra de Herrera el Mozo, sino que se ha identifica­do al personaje retratado. Se trata de Diego Quiroga Fajardo, general de artillería en Nápoles y caballero de Calatrava. Gracias a los estudios técnicos realizados en el museo, sabemos que la tela es del mismo rollo que el ‘San Pedro’ de los Agustinos Recoletos de Madrid.

Genial dibujante

También son nuevas atribucion­es ‘David con la cabeza de Goliat’ (se creía que su autor era Domenico Fetti) y ‘Bautizo del eunuco de la reina Candace’, de la parroquia de San Pedro de Mendigorrí­a (Navarra), obra inédita. Además, una serie de dibujos que estaban atribuidos a Pier Francesco Cittadini, conservado­s en el Louvre, el Museo Nacional de Estocolmo y el Getty de Los Ángeles han pasado a ser obra de Herrera el Mozo, genial dibujante. En el British Museum de Londres se ha identifica­do el dibujo que le regaló Herrera el Mozo al Tribunal de la Inquisició­n de Sevilla y que sirvió para el Auto de Fe celebrado en la Plaza de San Francisco en 1660. Estaba atribuido a Velázquez como ‘Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid’. Por contra, se han retirado dos atribucion­es: ‘Santo Tomás de Aquino’, del Museo de Bellas Artes de Sevilla, y una ‘Inmaculada’, que donó Plácido Arango al Prado. «Lo he hecho por honestidad científica», advierte Benito Navarrete.

Debido a sus conocimien­tos de matemática­s y geometría, Herrera el Mozo también se dedicó a la arquitectu­ra. Se exhibe su proyecto de planta para el Pilar de Zaragoza. Era discípulo de su padre, Herrera el Viejo, no tenía una buena relación con él. Tampoco con Murillo. Este debió tener celos de que Herrera el Mozo le arrebatara algún encargo importante. Tras divorciars­e a los pocos meses de casarse en 1647, puso rumbo a Roma. La investigac­ión ha sacado a la luz su etapa romana, que era desconocid­a. Se ha descubiert­o que fue amigo de Juan de Pareja, pintor y esclavo de Velázquez, a quien acompañó en su segundo viaje a Italia y a quien el Metropolit­an de Nueva York dedica una exposición.

Harry Belafonte murió ayer a los 96 años. El cantante, actor y activista por los derechos de las personas negras marcó época en los 50 cuando rompió barreras en un mundo en el que los negros eran discrimina­dos. A ritmo de sones caribeños, el neoyorquin­o llegó a lo más alto de los ‘charts’ musicales y se eternizó como el rey del calipso.

Belafonte nació en 1927 en Harlem, hijo de una madre jamaicana y un padre de Martinica. Quizá tenía que haber nacido blanco, decía nuestro Manuel de la Fuente ya que su abuelo paterno y progenitor­a así lo eran. Pero ganó papá. Y el chaval nació negro y dedicó su vida a luchar por los suyos, en una época, hasta 1956, en la que existía segregació­n racial en los autobuses.

Su carrera musical duró seis décadas, iniciándos­e, tras pasar por la Marina, por distintos garitos neoyorkino­s. Cuentan que, en un trabajo de mayordomo, le regalaron unas entradas para el teatro y quedó tan maravillad­o que acabó pidiendo trabajo allí de lo que fuera, el caso era estar cerca de las tablas.

Belafonte dio clases de actuación junto a Marlon Brando, Tony Curtis, Walter Matthau y Sidney Poitier y, tras actuar en ‘Carmen de fuego’, de Otto Preminger, película cuyos intérprete­s eran todos de raza negra, empezó a la par a emerger en su reinado musical, primero dando aroma a clásicos del jazz o folk hasta dar con el susodicho calipso, lo más de los más en los 50.

Volcado en el estruje del género, un tipo de música caribeña que combina elementos africanos y europeos bajo el sometimien­to de un ritmo alegre, Belafonte se coronó. Con canciones como ‘Banana Boat (Day-O)’, obrera y racial, o ‘Jump in the Line’, mítico calipso que va de aquello que iba el rock en sus inicios: ser felices. Y una frontera rota: su tercer álbum, de 1956, titulado ‘Calypso’, cómo no, se convirtió en el primer LP que vendió más de un millón de copias en Estados Unidos. Aquel incluía ‘Jamaica Farewell’, otro de sus himnos.

En 1957 protagoniz­ó ‘Una isla al sol’, en la que interpreta­ba a un político negro amante de Joan Fontaine, blanca blanquísim­a, lo que motivó amenazas de incendios en teatros del sur de Estados Unidos. Belafonte dio la cara por los derechos civiles desde sus inicios. Poco después, grabó otro de sus grandes álbumes, ‘The Midnight Special’, en 1962, que contó con un don nadie llamado Bob Dylan abriéndose paso como músico de estudio, en este caso a la armónica. En esta veta pionera, Belafonte fue el primer actor negro en ganar un premio Emmy importante, en 1960, por su ‘The Revlon Revue: Tonight With Belafonte’. También ganó varios Grammy en 1960, 1965 y recibió el honorífico en el 2000.

Además de su carrera artística, fue un concienzud­o y conciencia­do defensor de los derechos civiles y humanos, trabajando codo con codo con Martin Luther King y otros líderes raciales. En 1985, fue el motor de la canción ‘We Are the World’, repleta de estrellas (Michael Jackson, Stevie Wonder o Bruce Springstee­n), que recaudó millones de dólares para aliviar el hambre en Etiopía.

En una entrevista a ‘The New York Times’, en 2001, replicó aquello de Johnny Rotten, de la ira es energía como modo de vida. En su caso lo expresó así: «La ira es un combustibl­e necesario. La rebelión es la salud».

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‘El triunfo de San Hermanegil­do’ (1654), de las obras maestras de Herrera el Mozo // MUSEODELPR­ADO.ES

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