ABC (Sevilla)

Laporta pone la soga al cuello al Barça

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SALVADOR SOSTRES

Laporta le ha puesto la soga al cuello al Barça de los socios. El club debe tres veces lo que ingresa en un año (sin palancas), más de la mitad de lo que vale, y hasta ahora está perdiendo 200 millones de euros al año. Siempre improvisan­do y fingiendo euforia, el presidente empuja al club a la única viabilidad de acabar convertido en una sociedad anónima y que se lo queden los fondos de inversión a los que debe un dinero que no podrá devolver.

La junta directiva dijo el lunes haber encontrado financiaci­ón para los 1.450 millones de euros que van a costar las obras del nuevo Espai Barça. El club aseguró que no habrá garantía patrimonia­l del club ni hipoteca del estadio y se cumple lo establecid­o en el referéndum en que los socios autorizaro­n al presidente a cerrar una financiaci­ón por un máximo de 1.500 millones.

La trampa es que los socios aprobaron 1.500 millones para construir el Espai Barça, que consistía en el nuevo Camp Nou, el nuevo Palau Blaugrana, la nueva pista de hielo, un edificio de oficinas, un hotel y la urbanizaci­ón de los alrededore­s del estadio. Según las últimas comunicaci­ones del propio club, el Espai Barça ha quedado reducido al nuevo estadio y a la urbanizaci­ón de los alrededore­s. De modo que el club está disponiend­o de la misma cantidad de dinero para la mitad de lo prometido. Esto tiene un nombre y es muy feo.

El escándalo es que Laporta y los suyos justificar­on la adjudicaci­ón de las obras a la empresa turca Limak porque ofreció el precio más económico: 900 millones de euros. Ahora ya nos hemos puesto en los 1.450, sin contar los previsible­s y casi seguros encarecimi­entos de última hora. Por si faltaba alguna evidencia, la elección de los turcos nada tiene que ver con que su oferta sea la mejor. La mejor para el Barça, quiero decir.

Lo increíble es que Laporta diga que el club no ha tenido que ofrecer garantías patrimonia­les ni hipotecar el estadio. 1.450 millones a cambio de la mera confianza en que los devolverás con ingresos futuros no se lo cree nadie. A absolutame­nte nadie le prestan cantidad alguna de dinero sin ofrecer alguna garantía a cambio. Ningún banco concede una hipoteca haciéndote firmar, por lo menos, que se quedará con el piso si no lo pagas. Un presidente tan extravagan­te, y de gestión tan errática como Laporta, pretende hacer creer que a él le han dejado todo este dinero fiándose de los ingresos –275 millones de euros– que anualmente generará el nuevo Camp Nou. Nadie con dos dedos de frente puede creerlo.

La puñalada de Laporta a los socios es que un estadio que tiene que generar ingresos de 275 millones al año va a tener que subir el precio de los abonos y de manera sensible. También el precio de la restauraci­ón en el estadio, así como el de las entradas que se ponen a la venta para cada partido.

La realidad es que con estos 1.450 millones de euros el Barça debe ya cerca de 3.000 (los primeros 1.000 son herencia de Bartomeu, y los siguientes 500 los pidió Jan cuando llegó a la presidenci­a). De estos 3.000 millones, entre 500-600 son de cobro previsible en derechos de televisión y otros pagos más o menos asegurados. Pero los restantes 2.400 son tres veces los 750 anuales que el club ingresa cada año y que nadie sabe cómo se van a devolver. El Fútbol Club Barcelona está valorado en 4.500 millones y hasta ahora pierde cada temporada 200. Las cifras son claras. Ya no quedan palancas para disimular los naufragios. Es verdad que es una ficción pretender que el Barça es de unos socios que con sus aportacion­es sólo cubren entre el 3 y el 5% del presupuest­o del club. Pero también lo es que mientras Laporta se niega a admitir la realidad en sus discursos, sus hechos conducen al camino sin salida de la privatizac­ión.

La falta de transparen­cia de la directiva de Laporta acrecienta las dudas sobre esta operación y tantas otras, sobre todo porque, en lo contrastab­le pese a la opacidad del club, se constata que en cada línea hay un engaño, un equívoco, un juego de palabras con el que se intenta hacer exactament­e lo contrario de lo que se dice. Y siempre con los mismos amigos, y siempre contra toda lógica, y tirando de empresas remotas y sin experienci­a y de países en que las transaccio­nes creativas están al orden del día.

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