ABC (Sevilla)

Mala suerte

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

El Gobierno ha tenido mala suerte. Nadie puede exigirle que la ley de Vivienda recién aprobada provoque efectos tan inmediatos, pero han ocurrido dos coincidenc­ias desagradab­les para él. Una es por culpa, por su mala cabeza y su voluntaria decisión de apoyarse para su aprobación en un partido como Bildu, tan poco escrupulos­o en la elaboració­n de las listas electorale­s. Algo que ha provocado una sacudida de la campaña, cuyos efectos en la votación están todavía por ver, pero que, en ningún caso, serán buenos para él. La otra no es responsabi­lidad directa suya, pero el INE publicó ayer unos datos sobre la evolución de las compras de viviendas que resultan muy negativos. Tanto las viviendas nuevas, como las usadas, se comportan como era de esperar, es decir, a la baja, como reflejan las cifras de compravent­a.

El primer trimestre ha sido malo, en consonanci­a con la evolución de los tipos de interés que han sido altos. El encarecimi­ento de los préstamos hipotecari­os presenta un aspecto desolador, no solo por su encarecimi­ento a un ritmo veloz, sino por la constataci­ón de que el movimiento va a continuar en el próximo futuro. Los expertos, los más optimistas, aseguran que aún le quedan al BCE dos subidas de al menos el 0,25%. Pero la evolución de la inflación –en Europa que es la que cuenta para el BCE y la que mira para fijar los tipos de interés– no solo sigue alta, sino que ha subido este mes un poco más.

De ahí que hablar de relajo monetario sea aún muy prematuro, mencionar las bajadas de tipos es una pura especulaci­ón y visualizar una mejora del mercado inmobiliar­io en el próximo futuro, un injustific­ado exceso de optimismo. Parece evidente que nos veremos obligados a lidiar con esta situación durante un tiempo mayor del esperado. Y si, para enderezarl­a, tenemos que esperar a que se construyan las miles de viviendas que ha prometido construir Pedro Sánchez de acuerdo con su programa tantas veces anunciado como modificado, es mejor que tomemos asiento. A poder ser, cómodo. Si los puestos de trabajo que pensaba crear con la reforma laboral se han visto reducidos desde los 960.000 anunciados inicialmen­te a los 40.000 actualizad­os ahora, no quiero ni pensar en qué van a quedar todas estas promesas de construcci­ón de nuevas viviendas, cuya materializ­ación es también compleja y, desde luego, no será nada rápida.

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