El primer beso de la humanidad, inicio del contagio del herpes
▸ Ocurrió hace 4.500 años en Mesopotamia y estaban relacionados con actos eróticos
mo, el oeste de India, el este de China, el norte y el este de Europa, Oceanía, los Estados Unidos, el norte de Canadá, el sur de África y la mayor parte de América del Sur. Según sus cálculos, casi una cuarta parte de la población mundial vive en una cuenca con un gran lago que se está secando.
El resumen es que, en los últimos 30 años, lagos y embalses han perdido el equivalente a 17 veces el depósito de agua dulce más grande en Estados Unidos, el lago Mead. También equivale a todo el agua que consume el país norteamericano en un año completo.
Entre los elementos más decisivos, explica por correo electrónico Fangfang Yao, autor principal del estudio e investigador visitante en el Instituto Cires, está el consumo humano no sostenible. «Puede causar pérdidas de agua realmente grandes en algunas cuencas lacustres, como en Aral y el mar Muerto», dice.
Pero la huella del cambio climático ya está presente en todo el mundo, a través del aumento de las temperaturas y la evaporación, además de los cambios en las precipitaciones. En los lagos, «los cambios en la temperatura y la evapotranspiración explican el 36% de la pérdida, mientras que las actividades humanas explican el 20%», explica Yao.
Tendencia en España
España no es una excepción a la tendencia global. «Aproximadamente la mitad de los grandes embalses se estaban secando, como Buendía, Valdecañas, Almendra y Alcántara. La pérdida total de agua en la desecación de las grandes reservas en España es de 1,4 gigatoneladas durante los 28 años estudiados (1992-2020)», escribe el investigador. Una gigatonelada equivale a mil millones de toneladas de agua. Aunque el autor reconoce que se ne
La situación del mar de Aral en 2001, ya muy mermado frente a los niveles de 1960 El lago, en 2009 En 2018, con una ligera mejoría gracias a esfuerzos internacionales
cesita más investigación en el caso de la Península, apunta como causa probable a la combinación de un clima seco y el aumento de la sedimentación, que disminuye la capacidad de almacenamiento.
«En embalses establecidos desde hace mucho tiempo, los que se llenaron antes de 1992, la sedimentación fue más importante que las sequías y los años de fuertes lluvias», explica Ben Livneh, también coautor, miembro de Cires y profesor asociado de ingeniería en CU Boulder.
Si bien la mayoría de las masas de agua han ido en declive, hay un 24% que ha crecido gracias a cambios en los patrones de precipitación y escorrentía. Además, suelen estar en áreas despobladas, como el interior de la meseta tibetana, las grandes llanuras del norte de Norteamérica y en el gran valle del Rift en África.
Para los autores, su análisis evidencia la necesidad de incorporar el consumo humano, el cambio climático y los impactos de la sedimentación en la gestión sostenible de los recursos hídricos de cara al futuro. «Muchos de estos lagos que se están secando han sido identificados como importantes fuentes de agua y energía hidroeléctrica o figuran entre los sitios Ramsar de importancia internacional [por su biodiversidad]», destaca el estudio.
Las historias de éxito también existen. Frente a la debacle del mar de Aral, los autores destacan la historia del lago Seván, en Armenia, que en los últimos 20 años ha logrado aumentar sus reservas. La clave, explican, fue la creación y aplicación de nuevas leyes para salvaguardar el agua.
Ya sean amistosos y familiares o románticos y sexuales, los besos están ligados a la cultura humana. Los primeros se practican a lo largo de casi toda la geografía del planeta, mientras que los segundos no son universales: generalmente, son las parejas de sociedades estratificadas y complejas las que juntan sus labios durante un tiempo más o menos prolongado. En muchas tribus de África, por ejemplo, a nadie se le ocurriría hacer algo así. Un manuscrito del año 1500 a.C. encontrado en India ha sido considerado en algunos estudios como el primer registro conocido de un beso de amor.
Desde allí, estimaban sus autores, este comportamiento pudo haberse extendido a otras regiones, acelerando al mismo tiempo algo mucho más desagradable: la propagación del virus VHS-1, responsable del herpes labial tal y como hoy lo conocemos. Sin embargo, investigadores de la Universidad de Copenhague sugirieron ayer en la revista ‘Science’ que el beso ya era una práctica bien establecida hace 4.500 años en distintos lugares del Medio Oriente, como reflejan algunos escritos en tablillas de arcilla que han sido pasados por alto. Esos serían los primeros besos registrados, porque probablemente, subrayan, ya se daban mucho antes.
La escritura cuneiforme surgió en la antigua Mesopotamia, en lo que hoy es Irak y Siria. Miles de estas tablillas de arcilla han sobrevivido hasta el día de hoy. «Cuando se inventó, la escritura se empleaba principalmente para la administración y los textos de otros géneros solo aparecieron gradualmente. Las primeras referencias a los besos se encuentran en narraciones mitológicas sobre el comportamiento de los dioses. Un poco más tarde (especialmente a principios del segundo milenio a. C.) hallamos referencias claras a los besos en documentos privados», explica Troels Pank Arbøll, experto en la historia de la medicina en Mesopotamia.
En algunos textos, en efecto, los besos se relacionaban con los actos eróticos, posiblemente como una actividad poscoital, y se daban en los labios. Se consideraba que eran propios del matrimonio, aunque también podían repartirlos solteros enamorados. Dos textos del 1800 a.C. son especialmente reveladores. Uno describe cómo una mujer casada pudo haberse descarriado al ser besada por otro hombre. Y el segundo narra cómo una mujer soltera juraba haber evitado el beso de un varón. El llamado ‘cilindro de Barton’, un texto mitológico escrito en sumerio alrededor de 2500-2350 a. C., habla de dos deidades, el Cielo y la Tierra, que se besan, con embarazo de siete mellizos como consecuencia.
Para Arbøll, lo que está claro es que el beso romántico «no debe considerarse como una costumbre que se originó exclusivamente en una sola región, como se ha propuesto para la India, sino que tuvo múltiples orígenes, en un área geográfica amplia que incluye claramente Mesopotamia e India», señala. Quizás también Egipto, aunque allí «la evidencia es más ambigua. Al principio de la historia egipcia, las traducciones difieren en cuanto a si se trataba de besar o de oler. En fuentes posteriores, besarse parece más seguro».
Enfermedades
Además, la práctica de besar pudo haber desempeñado un papel clave en la transmisión de microorganismos, lo que podría haber causado la propagación del virus del herpes simple 1 entre los humanos. Algunos de los numerosos textos médicos antiguos de Mesopotamia mencionan una enfermedad conocida como bu’shanu (deriva de un verbo que significa «apestar»), cuyos síntomas recuerdan a los del herpes simple. «La enfermedad de bu’shanu se localizaba principalmente en o alrededor de la boca y la garganta, y los síntomas incluían vesículas, que es uno de los signos de infección por herpes», comenta Arbøll.